1. La penitencia


    Fecha: 29/10/2018, Categorías: Confesiones Autor: fernandete, Fuente: CuentoRelatos

    ... hasta que el padre Ricardo se asomó por una ventana y enseguida abrió la puerta. Me hizo pasar y me pidió que lo siguiera argumentando que no podía confesarme en esas instalaciones, sino que lo tendría que acompañar hasta la capilla. Recorrimos la casa parroquial y luego atravesamos por una puerta que conecta a la sacristía. Parecía que no había nadie más ahí, la puerta principal del templo estaba atrancada, ni siquiera vi monaguillos o fieles dentro. La forma de actuar del sacerdote era de lo más cotidiana, muy atento y relajado, casi ni me daba importancia. Su actitud era contraria a lo que yo imaginé en mis fantasías, debo reconocer que me sentí un poco desalentada. A diferencia de la última vez que nos vimos, no vestía de civil, sino que portaba su indumentaria franciscana, ya saben, el hábito en color marrón oscuro y su cordón de tres nudos sobre su cintura. Me condujo hasta el ala izquierda del templo donde se ubican los confesionarios y se metió en uno de ellos. Se acomodó en el asiento central y corrió las cortinas púrpuras al tiempo que yo me hincaba sobre el reclinatorio que tenía por un costado. Di comienzo a mi confesión, señalando una a una mis faltas acumuladas en tantos años, todo transcurrió normal hasta que pasamos al sexto mandamiento: no fornicarás. El padre Ricardo me detuvo al instante y me pidió que me reubicara hasta donde estaba él sentado porque no alcanzaba a escucharme muy bien, según eso. Me hinqué a sus pies apoyando mis manos entrelazadas sobre ...
    ... sus piernas al momento que él se inclinó hacia mí y apoyó su mano derecha sobre mi hombro izquierdo. Quedé justo al lado de su oído donde reanudé el tema de la fornicación, sin dar pormenores y tratando de resumirle mis aventuras sexuales acumuladas desde mi última confesión. El sacerdote me insistió en relatar los detalles, decía que era necesario para poder purificar mi alma. Para su fortuna nunca he sido pudorosa por lo que me explayé contándole sobre las cosas que hacía con mi novio de ese entonces y con uno que otro amigo también jejeje. Podía escuchar sobre mi oreja como la respiración del padre se agitaba gradualmente, después intercambió su mano derecha por la izquierda la cual comenzó a mover por todo mi hombro, la llevó a mi espalda, la puso detrás de mi nuca. Yo solo me relajé y disfrutaba lo que su mano me hacía, me estaba gustando el momento. Me esmeré más en contarle mis encuentros con otros chicos, hasta comencé a usar palabras como verga, coño, follar, culo, etc. lo que pareció encender más su temperatura ya que su mano se movía con más ahínco sobre mí. Sentir su vaho sobre mi oreja hizo que mi piel se erizara y por supuesto que toda esa atmósfera de encuentro prohibido, inmoral y aberrante me estaba encendiendo rápidamente, sobre todo por las muchas veces que fantaseé situaciones con un religioso. No recuerdo en qué momento dejé de contarle mis pecados y en su lugar empecé a meter mis manos bajo su hábito, primero envolví sus tobillos con ellas, para después ...
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