1. Incandescencia


    Fecha: 17/11/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... fogosos; con finura, con lenidad, con delicadeza…qué delicia y que dulzura. No hay momento en el cual no se me erice la piel al recordarlo. Tus manos parecían de seda, una sutileza indescriptible navegando mis piernas. Cuando menos me lo esperaba sentí un cosquilleo sobre mis braguitas, eran tus dedos juguetones queriendo acceder a mis intimidades. Tu entrepierna entonces quería reventar. Es justo el momento en el que empieza a sobrar la ropa. Me bajaste al suelo y arrodillándote frente a mi comenzaste a quitarme la ropa. Mi falda cayó al suelo, mi blusa desabotonada con calma dos minutos después. El sujetador…las braguitas. Completamente desnuda frente a un desconocido aparente. Tu lengua humedecida y cálida recorrió mi cuerpo desde mi pie izquierdo, subiendo lentamente por la pierna…el muslo, la cadera, mi pecho izquierdo, el hombro y finalmente mi boca. Lamiendo mis labios mientras mi entrepierna emanaba fluídos de placer. Te apartaste de mi y te despojaste de la ropa. Ahora estábamos los dos al natural, uno frente al otro. Tu pene tenía un tamaño considerable, me sorprendió y me excitó sobremanera. Completamente erecto y apuntando a mi cuerpo. Creo que ya nada podía salvarme de caer en tu tentación…tampoco quería tal cosa. Deseaba ser poseída por ti ferozmente. Muchas veces el deseo incontrolable y desmesurado se torna fiereza, salvajismo e incluso brutalidad. De nuevo te acercaste a mi y agarrándome por la cintura me besaste con pasión, ramas ardiendo al fuego, podía ...
    ... oler todo aquello. Olía a macho, a hembra. Olía a sexo. Tu pene rozó mi entrepierna, tú empujabas una y otra vez sin cese. Acariciando con él mi clítoris y mi vagina al completo. Deslizándote entre mis humedades, escuchábamos los dos el sonido de la humedad espesa. Todo mi cuerpo temblaba, casi me desvanecía por la plenitud de todas aquellas sensaciones novedosas. Fui cayendo poco a poco, mientras abrazándome me acompañabas en el desliz. Los dos en el suelo, besándonos sin parar, como locos poseídos, tú entre mis piernas, yo cruzándolas alrededor de tu cintura. Ahora si…si, notaba la punta de tu erecto miembro a la entrada de mi. Un empujoncito suave pero firme y penetraste mi cuerpo. Los dos gemimos, el placer fue inmenso…después fuera dentro…dentro fuera y yo gritaba como loca, no me reconocía a mi misma. Clavaba mis uñas en tus nalgas, atrayéndote hacia mi, como queriendo romper ese límite que había entre los dos, pretendiendo que todo tu cuerpo penetrara mi ser. Rodamos sobre la tarima de madera, hasta colocarme yo encima. Moví la cadera en círculo unos instantes, después comencé a cabalgar sin descanso. Tomándome por la cadera y por las nalgas guiabas mis movimientos, a la vez que suspirabas, y ansiabas mis besos. Me agaché para besarte sin dejar de moverme sobre ti. Los golpes sobre ti provocaban un sonido de vacío, carne contra carne. Ambos perlados en sudor, las gotas resbalaban desde mi frente hasta la barbilla. Era un momento de todo o nada, a punto de explotar de ...