1. Mi esposa… (3)


    Fecha: 23/11/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Lucas, Fuente: CuentoRelatos

    ... estaba a cuatro patas, puesto que la violencia, fuerza y rapidez con que era poseída por mi amigo, habían vencido la resistencia de sus femeninos brazos y ella se limitaba a gozar manteniendo en alto sobre sus separadas rodillas la hermosa redondez de su trasero que moviéndose solo, buscaba más de lo que recibía contraponiéndose a los contundentes empellones del estrecho pelvis de mi amigo. El ambiente estaba lleno de sonidos producidos por la colisión de las carnes de quienes copulaban con delirio. Podía escucharse a intervalos irregulares, el chasquido de las nalgadas que él, a manera de acicate, propinaba a la yegua que montaba. Aquellas bellas nalgas se movían solas acompasadamente, haciendo figuras circulares para acrecentar la fricción de sus sexos y amplificar inconmensurablemente el placer que experimentaban. Los gimoteos de gozo que ella exhalaba eran un fabuloso aliciente para él, quien continuaba sin tregua con la faena del brutal mete y saca, mientras que para mí, eran indicadores claros que ella estaba encadenando un orgasmo tras otro. Recordé que los músculos de la vagina de mi mujer cuando ella alcanza ese estado, se contraen y se dilatan con tal rapidez y fuerza, que uno no puede contenerse y termina inevitablemente eyaculando dentro de ella y el semen termina mezclándose con la copiosa abundancia de sus femeninos jugos dentro de aquella vagina que chorrea, succiona y comprime de forma indescriptible. Como me hallaba prácticamente detrás de ellos, incliné un ...
    ... poco la cabeza para cerciorarme del verdadero estado de mi señora y deleitarme mirando las penetraciones que recibía. En efecto, ella se encontraba en un trance orgásmico como jamás la había visto. Los jugos que manaban de su coño cual profuso rocío matutino, no sólo que se perlaban en la parte interior de sus abiertos muslos sino que como geiser en erupción, chorreaban cual abundante y continua micción descendiendo a raudales hasta sus rodillas y mojando la ropa de la cama que absorbía su placer. Justo en el momento que él le propinaba otro azote con la palma abierta de su mano derecha, pude ver que el pulgar de su otra mano desaparecía en el ojete del culo de mi señora. Me di cuenta recién entonces, que el depravado, la estaba penetrando tanto por el coño como por el culo, cambiando sin ninguna dificultad ni oposición y a voluntad suya de orificio, mientras la muy cerda no paraba de excretar violentamente sus orgasmos ni dejaba de gemir moviendo su hermoso trasero. Él, cual perro en pleno apareamiento prendido a la complaciente hembra, no dejaba de mover su anguloso pelvis con gran rapidez, deteniéndose por momentos brevemente, sólo para cambiar de orificio o para azotar la redondez de los seductores y sudorosos glúteos de mi dama. Yo continuaba viendo sorprendido y al mismo tiempo excitado la pasión, el ardor y la fuerza bestial de aquel encuentro sexual que se desarrollaba prácticamente en mis narices. Aquello no era algo amoroso y erótico, sino más bien, era algo violento ...
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