1. Un amigo me entregó en bandeja a su esposa


    Fecha: 24/11/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Ulpidio, Fuente: CuentoRelatos

    ... dirección en el centro. "Ahora me tengo que ir, pásame a buscar a las 7 por el hotel. Habitación 215". Cuando se inclinó para saludarme, noté que no llevaba corpiño, tenía los pezones duros y bien marcados sobre una blusa casi transparente, de seda natural. "Sabía que eras guapo". Y estirando la mano en la que llevaba la cadena de oro, me sobó el miembro por arriba de mis pantalones. "Te espero". Recién cuando bajó del auto, pude apreciar el culo hermoso que tenía. Bien paradito y bien redondito y otro detalle. Se levantó un poco la parte trasera de la minifalda y me dejó ver su entrepierna. Como lo suponía, no llevaba nada. Me puso a mil, pero pensé que esta rayada era para quilombo. Me fui a mi casa algo confundido. Pero peor fue lo que vino. Cuando llegué a la puerta de casa, el teléfono estaba sonando, era Mariano. "Roberto, todo bien?". Sí, le expliqué lo del atraso en el vuelo y le conté que había dejado a Lucía en la puerta del banco. "Qué te pareció?", me preguntó. "Te felicito, me pareció una muy linda mujer". Se quedó en silencio, pero al rato me dijo con la voz entrecortada. "Macho, te tengo que decir la verdad, soy homosexual. Me casé por una cuestión de imagen. Y me parece que esta buena no? jeje". Por un lado me molestó su patética elección, pero por el otro sentí que tenía zona liberada para darle placer a esa zorra que lo único que estaba buscando es una buena verga para comerse. Efectivamente, eso fue lo que sucedió. Cuando me anuncié en el lobby del hotel, ...
    ... el conserje me avisó que la Señora me estaba esperando en su habitación. Y cuando le solté la propina, me dio una tarjeta para poder ingresar. "Pásela usted chevere, don Roberto", me dijo cómplice un muchacho muy amable que ya me había visto varias veces en situaciones similares. La vida de soltero es una de las siete maravillas de Cartagena de Indias. Abrí la puerta sin hacer ruido, la habitación estaban en penumbras y sólo se escuchaba el ruido de la ducha. Cuando me fui acerando a la puerta del baño, noté que Lucía estaba gimiendo. Suspirando como una hembra en celo. Yo no podía más. Me quité los zapatos y los pantalones y entré al baño en camisa y calzoncillos. El vapor sólo dibujaba una silueta perfecta del otro lado, levemente inclinada hacia uno de los bordes de la tina. Quería que notara mi presencia, pero temía asustarla. Comenzó a gritar: "Cómo me gusta que me cojan, ahhhhh ahhhh”. Pude ver su cara y me dio la sensación de que ella ya sabía que yo estaba allí. El muchacho de la puerta seguramente le había avisado. Y así era. "Cómo me gustaría que vos me cogieras Roberto, dale qué estás esperando". No pude más. Me abalancé sobre ella y comencé a sobarle los senos. Con mi lengua fui recorriendo todo su cuerpo. Desde sus orejas hasta su vientre. Jugué con mi lengua en su clítoris hasta que comenzó a temblar. Por primera vez me tomó de la cabeza y me hundió en su vagina. Estaba ardiendo y olía muy bien. Me esmeré en hacerle una buena sesión para luego poder manejar la ...