1. La mujer del disidente (04). El registro


    Fecha: 29/12/2018, Categorías: No Consentido Dominación Autor: Senatore33, Fuente: CuentoRelatos

    La sala a la que accedieron era la que normalmente se utilizaba para impartir cursos y conferencias a los reclusos. En la parte delantera había una tarima con una mesa en el centro. A un lado de la mesa había un atril y al otro, junto a la pared, una báscula. Tras la mesa había una regla dibujada en la pared, de la que utilizan los médicos para medir la estatura de los pacientes. Los policías acercaron a Amalia a la parte delantera de la sala y, subiendo a la tribuna, desplazaron la mesa hacia un lateral, dejando solo la silla en mitad de la tarima. A continuación, indicaron a Amalia que subiera a la tarima y se sentara en la silla, de cara a todas las sillas del auditorio. Amalia tímidamente subió a la tribuna y se sentó en la silla, cruzando las piernas. Los dos policías se sentaron en la primera fila de asientos. Pasaron unos minutos durante los cuales Amalia permaneció estoicamente sobre la tribuna, sentada, con la vista perdida hacia el fondo de la sala para no cruzar la mirada con los dos hombres sentados en la primera fila, y esperando a que le dieran nuevas instrucciones. Dos reclusos accedieron a la sala por una de las puertas traseras empujando un carrito de limpieza. Al entrar se sorprendieron por encontrar la sala ocupada y ver aquella mujer sentada en una silla de cara al auditorio. Ante el silencio de los dos policías presentes, que parecieron no reparar en la presencia de los reclusos, éstos continuaron con la tarea que les había sido encomendada, sacaron ...
    ... unos paños y se pusieron a limpiar el polvo de las sillas. Aunque Amalia permanecía sentada, con las piernas cruzadas y con los brazos también cruzados sobre su pecho, la visión de una mujer hermosa con un vestido corto sentada en alto ante ellos, era muy alentadora para los dos hombres recluidos en aquella cárcel, en la que tanto internos como vigilantes eran todos hombres. Mientras limpiaban el polvo, disimuladamente levantaban la mirada hacia las piernas de la mujer. Lo hacían de manera furtiva, y Amalia percibía en ellos el temor de que les fuesen a llamar la atención por no centrarse en su trabajo, pero dado que los dos policías estaban hablando entre ellos de espaldas a los reclusos, Amalia era la única que estaba al tanto de lo llamativa que estaba siendo de cara a estos dos pobres hombres. Amalia estuvo sentada en la silla cerca de un cuarto de hora, observando a los dos reclusos limpiar las sillas como único pasatiempo, pero meditando también en qué pasaría a continuación. Mientras vagaba en sus pensamientos comenzó a oír llegar algún que otro vehículo, y al rato algunos policías comenzaron a entrar en la sala y a ocupar algunas de las sillas del auditorio. Ante el silencio de la sala, llenándose poco a poco de hombres que la observaban, Amalia empezó a ponerse muy nerviosa. La temperatura en la sala era fresca, y sentía un ligero airecillo sobre piernas y hombros, que la hacían sentir escalofríos. Podía notar como el vello de su cuerpo se empezaba a erizar. Otros ...
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