1. Luna de miel de Selena


    Fecha: 10/01/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... dejaba ver con generosidad. No me desagradaban aquellas miradas, al contrario, por momentos me estaba poniendo cachonda. En un instante de silencio comencé a fantasear, pero Roberto rompió el hechizo. –¿Os apetece tomar algo? Me voy a la cafetería, he comido pronto y tengo cierto gusanillo. Le acompañamos. Pidió un bocadillo de jamón y una botella de vino crianza. –Con un buen vino cualquier comida es aceptable, dijo. Pedir lo que queráis, coged unos vasos y vamos a sentarnos. Cogimos sendos bocadillos y una botella de agua. Entre Roberto y mi marido apuraron la botella de vino. Jaime nunca bebía, pero basta que yo le había dicho que fuese a modo, que no estaba acostumbrado, para que él apurase su vaso a la vez que Roberto. En cuanto regresamos al compartimento, yo me senté junto a la ventanilla, Jaime se echó cuan largo era con la cabeza en la otra punta del asiento y Roberto se sentó frente a mí; mientras éste seguía narrándome sus andanzas por las aldeas gallegas, mi marido se quedó dormido como un tronco. Yo no tenía ni pizca de sueño, las miradas furtivas del doctor seguían despertando mi líbido, máxime cuando se inclinaba taladrando mi blusa con la mirada, hablando bajito so pretexto de no molestar a mi marido. Comenzaba a sentirme incómoda y me pasé a su lado; gentilmente me cedió el lado de la ventanilla. Pasado un rato me pidió disculpas por la verborrea y me dijo que si quería echar una cabezada que lo hiciera. –A mí me cuesta dormir sentado cuando viajo, dijo, ...
    ... sólo duermo de verdad acostado en la cama. Después de un rato en silencio me quedé traspuesta y me fui sumergiendo en un sueño delicioso, creo que todas mis fantasías eróticas cobraron vida en el sueño y, como sucede casi siempre, cuando estaba en lo mejor desperté, aunque no bruscamente; a medida que iba recobrando la conciencia se me iba acelerando el corazón a la vez que sentía entre las piernas un constante fluir de deliciosos humores. Hice un análisis mental de la situación, debería haber saltado horrorizada, pero fui incapaz de mover un músculo: mi cabeza reposaba sobre el hombro de Roberto, mi mano izquierda sobre el generoso paquete que tiraba de ella como un imán y no tuve las fuerzas o la lucidez para retirarla; los hábiles dedos de su mano derecha se habían cobijado en mi vagina, se adentraban, retrocedían y masajeaban el clítoris, proporcionándome un inmenso placer. Ladeé ligeramente la cabeza, para observar si Jaime dormía; parecía sumido en un profundo sueño y yo me concentré sólo en el dulce placer que estaba sintiendo. Me oía jadear, intentaba ahogar los suspiros y no era capaz de conseguirlo; ladeaba la cabeza espiando a mi marido, y el temor por que pudiera despertarse parecía acrecentar mi ardor; estaba a punto de alcanzar el orgasmo, lo deseaba y a la vez temía que la explosión me delatase. Me levanté y apoyé la frente contra el cristal de la ventanilla, aquello no podía estar sucediendo. La mirada intentando penetrar en la oscuridad de la noche, el corazón ...
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