1. Luna de miel de Selena


    Fecha: 10/01/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... introduciendo lentamente en la vagina, la otra mano sobándome las nalgas, masajeando el esfínter; los dedos bajaban en busca de lubricación y volvían a masajear, jugando a introducirse sin acabar de hacerlo. Por un instante pensé que si me propusiera tomarme por detrás, no me opondría, es más, creo que lo estaba deseando. –Estás empapadita, mi amor, susurró en mi oído. “Cómo no voy a estarlo, si en cuanto me tocas mi cuerpo es un torrente”, pensé. –Por favor, no sigas, vas hacer que me corra de nuevo. –Eso quiero, decía él, acariciarte hasta el límite y luego comer este delicioso coño hasta llenarme la boca con los flujos de tu corrida. –No, aquí no, por favor, susurré. En cuanto acabé de pronunciar esas palabras, ya me empujaba él pasillo adelante, sin dejar de acariciar mi cuerpo. Entramos nuevamente al baño y Roberto cerró la puerta con el cerrojo. Me desabotonó la blusa y se dedicó a mis pechos un buen rato, encerrando los erectos pezones entre sus labios mientras la punta de la lengua pasaba y repasaba haciéndome estremecer con cada caricia. Se situó a mi espalda y, mientras me besaba el cuello y las orejas, susurrando palabras ininteligibles, se soltó el pantalón y bajó el calzoncillo, luego me levantó la falda y al instante sentí la presión de su miembro entre las nalgas. “Me lo va a hacer por detrás”, pensé con una mezcla de ansia y de temor. “Si no lo hace despacio me va a desgarrar”, pensaba, aunque no me atrevía a insinuar nada, ya que en el fondo lo deseaba. ...
    ... Después de ponerme a cien con los besos en el cuello, en las orejas, de meterme la lengua en la boca de medio lado, acariciarme los pechos y restregarme el miembro por entre las nalgas y los muslos, se sentó sobre la tapa del inodoro, sujetándome las caderas con ambas manos y luego presionó para que me diera la vuelta; quedé frente a él, con las piernas abiertas por fuera de las suyas, viendo como la punta de aquel capullo enhiesto apuntaba al epicentro de mis deseos. Roberto presionó ligeramente en mis caderas hacia abajo y yo me fui dejando caer con la parsimonia que la presión de sus fuertes manos imponía. La embocadura fue perfecta y la acusé con un estremecimiento y un anhelante suspiro; quería ensartarme completamente en aquel mástil ardiente, pero Roberto me obligó a una penetración lenta y sumamente gozosa. Por fin llegamos al perfecto acoplamiento y yo sólo ansiaba ya llegar al éxtasis; comencé a moverme alocadamente, esperando sentir su semen cálido y abundante golpeándome el fondo del sexo; pero pronto frenó mis impulsos, me abrazó fuertemente, impidiéndome cualquier movimiento mientras me susurraba al oído: “tranquila, no te muevas”. No me resultaba fácil seguir sus indicaciones, pero obedecí, de pronto me sentí atrapada, envuelta por el abrazo, los susurros, las caricias, y su miembro duro, palpitante llenándome el sexo; era una sensación de gozo supremo, como cuando se acerca a la boca una copa de dulcísimo licor y refrenas el impulso de tragarlo, lo mantienes en ...