1. Pelirroja caliente, peca-dora en sexo anal


    Fecha: 10/01/2019, Categorías: Sexo con Maduras Infidelidad Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos

    ... intensidad del momento, la contundencia de la emoción hasta alguna lágrima furtiva, qué forma potente de sentir la sublimación de la emoción de la exaltación de ese momento tan particular de la mujer cuando alcanza el clímax en la dimensión que ella puede experimentarlo. Extenso, prolongado en vibraciones y ondulaciones del vientre agitado por las contracciones que el produce el transcurrir del orgasmo. Permanecí dentro acompañando el devenir potente de sus emociones, asistiendo el silencio curso de las ondas de placer que la conmueven. El relax amerita un cambio posicional, es mi tiempo de descanso, cederle la posta de ser ella quien se haga cargo del esfuerzo, que trabaje para el placer de su hombre. Tendido, ella arrodillada, ahorcajada, se acomoda hasta quedar empalada, hasta los pendejos, la danza del vientre ondulante sobre mí riega de flujos los vellos púbicos, tantos que necesitó limpiarlos para poder sentir el rigor de la fricción de los sexos. La fricción y la intensidad de movimientos acentúan el goce, el momento de la definición se aproxima, le aviso que es tiempo del condón. Me lo colocó, apoyando la boca sobre el glande mientras desenrolla el resto sobre el miembro. Se monta y galopa hasta el destino, empalada, subiendo y dejándose caer para sentir el golpeteo contra el fondo. Coloco mis manos en su cintura, ayudando a elevarse, jalar con fuerza en su descenso hasta dejarla incrustada en el miembro. El jadeo constante y los gemidos se sumaron al bramido que di ...
    ... cuando eyaculé, la intensidad de mi venida me impidió saber si sus sollozos eran signos de otro orgasmo. Como fuera los dos sentimos que habíamos traspuesto el tiempo y el espacio para perdernos extasiados en el limbo de los sentidos. Desmontó, retiró el condón y se robó todo el remanente de semen que coronaba la verga, degustaba y lamía deleitándose con el salado sabor. En cueros compartimos unas cervezas, brindamos y reímos, el momento previo al reinicio de las hostilidades, la guerra de los sexos volvió a tomar entidad. Experta en caricias bucales, se entusiasmó con lamer y mamar, sentir sus dientes es una forma de placer que sabe dosificar con maestría, para llevarme nuevamente al cenit de la excitación, ensañada con darme placer en la cabezota del miembro. Me movía, teniendo sexo en su boca, hasta el ahogo. Cuando me liberé de su voracidad, la puse en cuatro, de perrita, y se la mandé de una, hasta el mango. Entrando con la vehemencia de la calentura que vuelve por sus fueros. Volcado sobre su espalda, cabalgando, mi mano accionando en el clítoris, consigo llevarla, no sin esfuerzo, nuevamente al nirvana, a saltar al abismo de un ajetreado orgasmo. En pleno goce, voy haciendo espacio en el “marrón” con mis dedos enjugados, preparando el momento para terminar este polvo. Le hago sentir la cabeza del glande apoyándose sobre el esfínter encremado con sus propios jugos, con la mano izquierda presiono sobre el cuello, las rodillas apretadas contra sus nalgas y las pantorrillas ...