1. Risueña


    Fecha: 21/01/2019, Categorías: Infidelidad Dominación Autor: jaygatsby, Fuente: CuentoRelatos

    Quedaban tan solo las largas conversaciones mantenidas a través de las redes sociales. Decenas de miles de palabras acumuladas a lo largo de más de un año, escritas y guardadas en un solo archivo informático, como si de una obra teatral, para actor y actriz e improvisada en directo, se tratara. Era todo lo que tenía de ella. Pensaba en que cuando era joven no tenía ni tan solo eso. Entonces las palabras llegaban a través de aquel aparato telefónico de color crema, con un cable enrollado, y en el único lugar donde quedaban gravadas era en su mente. Ahora, como mínimo, podría releer aquellas conversaciones aunque eso le ocupara unos cuantos días. Tumbado en el sofá movía el cursor haciendo que las páginas subieran y bajaran sin ningún orden. A veces se paraba en algún lugar del texto, indeterminado, y leía unas cuantas líneas. A su cabeza le venían los recuerdos de los momentos en que fueron escritos. Sonrisas, lloros, carcajadas, enfados, alegrías, tristezas, melancolía se reflejaban en palabras a menudo acompañadas de grafismos. Sueños, promesas, desencantos, alguna que otra mentira y muchos buenos días y buenas noches, uno por cada día de los que transcurrieron desde que empezaron a hablar por la red. Se había detenido en un fragmento bastante largo donde tan solo hablaba él y en el que, meses después él relataba como la había conocido. “Ya llevábamos unos cuantos días de aquella calor húmeda y bochornosa tan típica de Barcelona en el mes de Julio. Estaba solo y deseaba ...
    ... encontrar a gente tan solitaria como yo. Entré en uno de las muchas redes sociales que existen. Quería mujeres. Mujeres de más de cuarenta años. Mujeres a las que no debas explicar nada de lo que haces o dejas de hacer. Mujeres que como yo buscaban a otro solitario. Un solitario quien en caso de extrema necesidad puedas follar rápidamente sin ni tan solo la necesidad de tener un lecho. Mujeres que, como yo, sean capaces de sacrificar una noche con alguien del que se arrepentirán al despertar. Comencé a mirarlas. De repente aparecía en la pantalla la imagen de una mujer con el pelo lacio y media melena de color negro. El color anaranjado, general de la fotografía, impactaba sobre las que la rodeaban. Se la debían haber tomado estando tumbada en el suelo, con el torso entre girado y apoyado sobre la cadera y el codo. La cabeza le descansaba sobre la palma de su mano, como si necesitara de aquel punto de apoyo para resistir la gravedad. Llevaba una camiseta de tirantes blanca que dejaba al descubierto sus hombros y remarcaba la extrema delgadez de su cuerpo como denotaban los huesos marcados de su clavícula. En la camiseta se intuían los pezones de unos pechos que se adivinaban pequeños. Estaba convencido que en el momento de tomar la fotografía no llevaba sujetador. No era lo que buscaba. Ni esplendorosamente guapa, ni un rostro o cuerpo en el que se pudiera intuir el deseo en follar. Pero era bella. Armoniosamente bella. La mirada, perdida en algún punto de la nada, se mostraba ...
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