1. La sirvienta caliente


    Fecha: 03/02/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... amigo, cuyas llaves tenía yo guardadas por andar él de viaje. No nos aguantábamos, recorrí con lujuria su tersa piel morena, niña de 23 años, yo ya de 36. Sentí sus pechos contra mi cuerpo, nos besamos desenfrenadamente, por fin lamí sus pechos, succioné sus pezones. Con el detalle especial -no he conocido otra mujer que le pase--, que le salía lechita de sus orificios, yo me la tragaba y succionaba más sus tetas, esperando una rica malteada de chocolate o fresa. Con desesperación agarré sus nalgas duras y bellas, redondas, comencé a recorre su cuerpo con mi lengua hasta llegar al pubis, la enrollé y la metí a su candente, rojísima vagina, buscando su clítoris. Ella se estremecía de placer, yo tomaba sus pechos y los estrujaba. Ella pidió que ya le metiera mi endurecido miembro, que estaba enhiesto, rebosante, húmedo, deseoso de meterse en esa cuevita maravillosa. Lo hice, ella temblaba, nos acoplamos a la perfección, la tomé de las nalgas y la cargue para meterle todo el pene, hasta la empuñadura, la sostenía, ella gemía y gritaba "más, más, metemelo todo, más papito, quiero más, cómo te estaba deseando", lo que me excitaba aún más. Esa primera vez la poseí en tres ocasiones casi seguidas, terminamos felices, agotados. Los meses siguientes fueron los más excitantes, pues lo prohibido como que calienta más. Tan sólo con mirarla, con verle las nalgas al pasar, conque ella me rozara, de inmediato se me paraba la verga y hacíamos el amor donde fuera, aún estando mi mujer ...
    ... dormida, o lavando ropa en la azotea. La empinaba en el baño, en las escaleras, en los pasillos, recorrimos todas las habitaciones. En especial, en la cocina la ponía frente al lavabo, muy temprano, antes que mi mujer despertara. La doblaba y le dejaba ir todos mis 18 centímetros. A ella no le gustaba limpiarse mi semen, así que le escurría de su encendida rajadita y a veces se le rodaba abajo del vestido, por las piernas, o le mojaba el pantalón. Afortunadamente mi mujer no se daba cuenta ni percibía el especial olor de mi esperma adherido a su piel. Una vez Lolita estaba hablando por teléfono con su novio, de su pueblo, y ahí en el teléfono le bajé el pantalón, la empiné y se la metí toda, bruscamente, sin mayor preámbulo, hasta el fondo, lastimándola. Ella casi gritó, comenzo a hablar con voz entrecortada con su novio, casi gimiendo. Aquel ni se imaginaba que mientras él estaba con ella en la línea, yo me la estaba cogiendo tan sabrosa, furiosamente, moviéndole las nalgas para un lado y otro, tomándola de la cadera de a perrito, acariciándole las tetas que ya se las había dejado de fuera, remetiendo tanto que la estrellaba contra la pared, dándole de nalgadas para que me apretara más la verga. Otras ocasiones lo hacíamos en mi camioneta, estacionada en la calle o dentro de un estacionamiento, otras más en unos baños públicos. Como a las cinco de la mañana despertaba yo, puntualmente, con mi miembro endurecido, parado, solicitándola a ella. A hurtadillas me escapaba de la cama de ...