1. Los polizontes


    Fecha: 10/02/2019, Categorías: Fantasías Eróticas Sexo Oral Autor: FilosofoAullado, Fuente: CuentoRelatos

    Un pie contra el pavimento en repetidas ocasiones; un zapato en el ritmo secreto de la desesperación; observas ambos lados de la calle; extiendes las manos mientras un vendedor de fruta pasa al lado observando a detalle tu cuerpo. Traes una falda guinda a la rodilla y un suéter negro; el cabello recogido, los labios pintados de rojo claro; el vendedor ve la curva de tus nalgas, eso te molesta (finges que te molesta) y volteas a verlo con una de tus clásicas miradas fulminadoras que ya todos conocemos tan bien. El vendedor agacha la cabeza y continúa el paso. El sol está alto, pero a lo lejos unas nubes negras preparan el combate. Miras el reloj, sigues golpeando el pavimento con un rápido movimiento de pie; el tacón del zapato parece el tambor de un antiguo rito tribal. Me ves llegar y me recibes con una mirada tajante, me reclamas el retraso; que no tienes mi tiempo, que tienes un horario preciso, te alcanzo oír decir. Te sonrío y te llevo del brazo; te digo que te ves hermosa y subimos a mi coche. Conduzco atravesando la ciudad, en el estéreo están poniendo los éxitos del momento, no traigo discos y nos tenemos que conformar con Camila y cosas así. Te ves más guapa enojada, te digo y te doy un beso en la mejilla. Nos detenemos en un semáforo y vemos a un malabarista y a un tragafuegos, y a la vez limpian el parabrisas del auto, a los tres les doy el cambio de la guantera. De la guantera saco también un ramito de gardenias y te lo doy. Perdóname, insisto y esbozas una ...
    ... pequeña sonrisa. En otro crucero, para aprovechar el tiempo, paso mi mano por tus muslos, los acaricio con devoción; a su vez tomo tu mano y me la pongo en el pantalón para que sientas la erección. Te digo que me excitas muchísimo. Recobras el enojo y me dices que no puedes llegar con flores a tu casa y que cuál es esa mentada sorpresa que te tengo. Ya lo verás, te digo, mientras nos internamos en los peores barrios de la ciudad. Llegamos a una casa en venta y digo Ta rán. Estás pendejo, me contestas, si me quieres comprar una casa y luego una casa tan pinche. No es para comprarla, te digo, es para explorarla: hace tiempo que nadie viene por aquí, podemos entrar de polizontes. No mames pendejo, no somos unos niños, pensé que me llevarías a un sitio a nuestro nivel, no a una pocilga… además… No te dejo explayarte más y te beso, luego salgo del coche y entro en la casa. Te quedas un momento en el asiento sin decidir qué hacer; finalmente resuelves entrar a buscarme pero sólo para irnos. Vas a la cocina, a la sala de estar, no me encuentras, me llamas a gritos; vas a las escaleras; una mano inesperada te tapa la boca y te coloca a la fuerza contra la pared: sientes una erección contra las nalgas; quieres gripar pero la mano te sujeta con más fuerza; te abre las piernas como si se tratara de una revisión judicial, te muerde la oreja y mete la mano debajo de tu falda, te masturba sin quitarte las bragas; mientras más fuerza haces, el ente extraño te aprieta con mayor fuerza y mueve la ...
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