1. Historia del chip (039): El club (Enko 003)


    Fecha: 27/02/2019, Categorías: Dominación BDSM Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... estaban en el suelo del vehículo. Con todo ya situado en el lugar asignado, pulsó el minúsculo interruptor. Un mínimo ruido y una pequeña pared bloqueó el acceso. Los tacones, -que habían quedado por encima-, se veían perfectamente ya que la parte superior era transparente. Para Nadia, podían estar en la luna. Sólo quedaba su protector de castidad imposible de retirar y que no se consideraría vestimenta. Ajustó las piernas cruzándolas como siempre. Enko acarició de nuevo el muslo. No parecía cansarse nunca. — Descansa un poco. Tardaremos bastante en llegar. Se recostó junto a él y se durmió. *—*—* Enko la despertó cuando llegaron. Acarició los pezones para recordarle lo mucho que la quería y esperó a que el conductor abriese la puerta. Nadia salió del vehículo tratando por todos los medios de no sudar ante la emoción que sentía. El chófer no dejó de mirarla y Nadia casi se apiadó de él: parecían faltarle ojos. Un recepcionista o algo parecido, se hallaba junto al bordillo. El lugar era lo más parecido a un hotel de cinco estrellas, pero sin clientes salvo ellos. Nadia se sintió más desnuda que nunca al estar descalza en el asfalto y algo cohibida por su tanga protector. Hubiera dado cualquier cosa por cambiarlo por unas zapatillas, aunque en teoría eso la hubiera dejado más desnuda. Porque la idea de que todo el mundo supiese que llevaba una especie de cinturón de castidad le resultaba muy humillante. Más teniendo en cuenta que estaba muy húmeda. Al menos el dispositivo ...
    ... limpiaba continuamente la zona sin que nadie pudiese darse cuenta. Notó que todos los empleados llevaban una pegatina impresa con un número de tres cifras. —¿Por qué un número? —quiso saber mirando a Enko que había dado la vuelta para recogerla, acogiendo protectoramente la cintura serpentina. —Es mejor para todos. Recuerda que tienen libre acceso a ti. Es difícil no enamorarse si un hombre puede sacar lo mejor de tu cuerpo, un día tras otro. Asociándolos a un número, te resultará más fácil mantener las distancias. A Nadia no le convenció la explicación, pero ya le había ocurrido en otras ocasiones con Enko. Una chica vino a su encuentro. —Hola, yo soy Emma. —Nadia. —Hola, Emma— dijo Enko. —¡Qué agradable sorpresa, Enko! Se acercó a él. Enko, sin ningún reparo, puso la mano en el vientre de la chica y Nadia puso notar que le acariciaba el clítoris hasta acercarla al orgasmo. La propia Emma agitó llevó la cabeza hacia atrás, quizás señalando que estaba a punto de soltarse. Enko retiró la mano y condujo un dedo a la cavidad entre las piernas de Emma. El dedo quedó impregnado de una sustancia blancuzca y olorosa. — Abre la boca, Nadia. Sin nada de ganas, Nadia acogió el dedo y lo limpió, intuyendo lo que se deseaba de ella. No se consideraba lesbiana, salvo por unos pequeños escarceos hacía años. Emma no se tomó a mal su falta de ganas. Le golpeó ligeramente la nalga. —Vamos, te enseñaré tu habitación. Los hombres no saben cómo hacer estas cosas. A Nadia le hubiera gustado saber si ...