1. Ojos que no ven...


    Fecha: 05/03/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Soy una mujer casada de 35 años, tengo el cabello negro, la piel morena, ojos verdes y un cuerpo bonito, aunque no demasiado alta. Mis tetas son lo bastante grandes como para considerarme bien dotada, tengo la cintura estrecha y estupendas caderas. Llevo siete años casada con un hombre encantador que me quiere y me cuida muchísimo, yo siento el mismo afecto por el. Tenemos dos hijos pequeños, un negocio propio y una situación económica sólida. Julián, mi esposo, es bien parecido y hace bien el amor. Normalmente tenemos sesiones maratónicas tres o cuatro veces a la semana. Son sesiones de verdad intensas, en las que la gruesa verga de mi marido se desplaza por todos mis orificios haciéndome estallar de placer. No puedo quejarme, tengo que decirlo. Sin embargo, hace unos meses me ocurrió una experiencia realmente sensacional y aún sigo recordándola con placer. Mi marido y yo tenemos una casa de playa, en las afueras de la ciudad, y habíamos quedado en pasar un fin de semana romántico aprovechando que nuestros hijos estaban en casa de mis padres. Yo llegaría a la casa el viernes por la noche, luego de asistir a la boda de una amiga que se casaba por segunda vez y que me había pedido que fuera su testigo. Julián, por su parte, me alcanzaría el sábado al mediodía, lo que me daba tiempo para hacer algunas compras y poner en orden la casa, ya que no íbamos hacía algún tiempo. Me encontraba en la carretera después de haber comprado las cosas en el primer supermercado que encontré en ...
    ... el camino, cuando divisé a dos jóvenes surfistas haciendo autostop. Normalmente no suelo recoger a nadie, pero sentí lástima por aquellos chicos, sobre todo porque empezaba a anochecer y estaba lloviendo ligeramente, así que me detuve cuando ya los había pasado. Por el espejo retrovisor pude ver como corrían en dirección a la camioneta. Acomodaron sus tablas de surfear en el techo del auto como pudieron, mientras me daban las gracias apresuradamente y se instalaban uno en el asiento trasero y otro a mi costado. Después de las presentaciones preliminares pude averiguar que iban a la casa de unos amigos, muy cerca del lugar donde mi esposo y yo tenemos la casa. Estaban camino a una fiesta, pero querían llegar con el tiempo suficiente para salir primero a alguna de las diferentes discotecas que pueblan el lugar. Ambos eran muy jóvenes y bien parecidos, se llamaban Darío y Giuseppe, tenían 22 años y habían terminado la universidad en diciembre del año anterior. Los dos rieron cuando afirmaron estar en una "búsqueda personal" antes de ponerse a buscar trabajo. Me cayeron muy bien, pero me trataban de usted y yo me sentía como una verdadera matrona. Les pedí que me llamaran Maria Eugenia y conseguimos entrar en mayor confianza. Luego de casi una hora de manejar, nos acercábamos al desvío que debía tomar, así que les sugerí que tomaran una copa conmigo y ya en la playa, les sería más fácil encontrar algún transporte que los llevara a su destino. Aceptaron. Los chicos me ayudaron a ...
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