1. Eyaculando en la playa


    Fecha: 08/04/2019, Categorías: Masturbación Autor: Fornicatorix, Fuente: CuentoRelatos

    Día 21 de septiembre. Cielo cubierto por un manto de blancas nubes. Supongo que la playa estará prácticamente desierta, así que hoy incluyo en mi mochila un objeto especial. Me dirijo hacia allí y al llegar, mientras camino por las tablas de madera que te llevan casi hasta la orilla del mar, confirmo lo que había pensado un rato antes: no hay nadie tumbado en la arena ni bañándose. Sólo algún paseante por la orilla y poco más. Ando unos veinte minutos por la arena húmeda y dura y me alejo de la zona de playa más cercana al pueblo. Poco a poco el paisaje se va convirtiendo en virgen. Nada de edificaciones cercanas ni de ruido de tráfico. Calma y silencio absoluto. Únicamente están el mar. La arena, el cielo y algunos arbustos que quedan a mi izquierda conforme camino. En esa zona ya ni siquiera aparecen los caminantes. Avanzo unos centenares de metros más y decido al fin detenerme. He elegido un buen sitio: justo allí los arbustos invaden un poco la arena como si estuvieran besándola o lamiéndola. Protegido por detrás por el espeso ramaje de dichos arbustos y con el agua marina a escasos metros delante de mí, me siento sobre la arena fina, suave y dorada. Me quito las zapatillas deportivas y me despojo de mi camiseta roja, dejando mi torso desnudo al descubierto. Unos tímidos rayos de sol luchan con afán por abrirse paso entre la capa de níveas nubes. Abro la cremallera principal de la mochila guardo mi camiseta dentro y busco, palpando con la mano, ese objeto tan especial ...
    ... que hay en el interior hasta dar con él. Como si fuera el más preciado de los tesoros, lo extraigo cuidadosamente. Ahí aparece ya, azul, alargado, con varios salientes curvilíneos. Es un dildo, mi dildo. El que me desvirgó el culo no hace mucho a manos de mi novia a la que le permití satisfacer una de sus fantasías, el que ese día casi logró que me corriese sin tener que estimular mi verga por el placer infinito que me estaba proporcionando. Ése con el que, con mi chica como testigo, en múltiples ocasiones he masajeado y rozado mi miembro empleando los distintos niveles de vibración que tiene el objeto. Justo ese dildo que tanto disfrute me ha proporcionado, nos ha proporcionado, hacía hoy su presentación en público. Ahí me encuentro en la playa con mi juguete en la mano, en plena naturaleza y cubierto sólo por un bañador azul oscuro. Me levanto y me acerco al agua, hoy algo más fría y cristalina de lo habitual. Comienzo a acariciar el juguete con mis dedos, a tocarlo lentamente sintiendo su textura. Empiezo a excitarme y mi mente echa a volar: imagino que es la mano de mi novia la que toca no el dildo, sino mi propia polla. Siento entonces que bajo el bañador se pone a palpitar como si tuviera un corazón propio. Con cada bombeo me doy cuenta de que se extiende y se agranda más, centímetro a centímetro. Ya está tieso y se me marca en el short de baño. Una gaviota que cruza el cielo es fiel y silencioso testigo de la situación, al igual que las pequeñas olas del mar que, al ...
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