1. La llegada del diablo


    Fecha: 15/04/2019, Categorías: Incesto No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... realmente eficiente, cosa que de hecho era. Su lindo culo le abrió muchas puertas, y gracias a eso pudo construir un lindo chalet, que parecía un castillo al lado de las casas de sus vecinos, y también pudo mandar a una buena escuela a su hija, ya que el padre, si bien no era rico, estaba en una buena situación económica. Pero este éxito relativo no la llenaban, Bety nunca pensaba en lo que tenía sino en lo que le gustaría tener, por lo que siempre estaba insatisfecha. Un fin de semana vino a visitarla su hija Magui. Vivía con su padre, y desde que cumplió los dieciocho años ya no la visitaba tan seguido. Era el único ser en el mundo que no trataba a Bety con esa admiración espontánea que despertaba su increíble belleza. Esto era porque la propia Magui rivalizaba con su madre en todo lo referente al atractivo femenino: Era una adolescente de pelo castaño, con la cara pintada por pecas, y ojos azules como su padre. Su trasero no era tan impresionante como el de su madre, pero igualmente hacía voltear a un montón de hombres cada vez que andaba por la calle. Nunca lo había dicho, pero Magui sentía vergüenza de que su madre viviera en Oro Verde, ese barrio le parecía un lugar olvidado por dios. A pesar de la rivalidad natural que había entre dos hembras tan hermosas, se querían mucho la una a la otra. Bety disfrutó notar como, junto a su hija, se potenciaba el atractivo de ambas y llamaba la atención de todo el mundo en el barrio. A la tarde fueron hasta el almacén de la ...
    ... vuelta, para comprar algo para merendar. Bety iba todo de negro, con un pantalón de jean negro bien ceñido y una camisa del mismo color; Magui vestía una vestido floreado con la espalda desnuda. Ambas tenían las uñas largas prolijamente pintadas. Eran una pantera y una gatita, dos felinas preciosas recluidas en el culo del mundo. Habían pasado diez días del horrible asesinato y suicidio de Claudio Y Marta. En los vecinos todavía se notaba el aire lúgubre, pero aun así podían disfrutar del bello espectáculo que le regalaban madre e hija, mientras caminaban por las veredas rotas y desparejas. En el almacén no había nadie, Bety se indignó al notar que ni si quiera había un timbre para llamar. No pensaba rebajarse a llamar a don Pedro a los gritos. Todavía no lo conocía, porque a Bety le gustaba comprar la mercadería en los hipermercados del centro y rara vez se quedaba sin nada en la heladera. Pero le habían hablado de él. Las viejas chusmas del barrio lo consideraban un hombre ordinario que rozaba lo maleducado, según escuchó no era que haya tratado mal a alguien, sino que simplemente había algo repelente en él. También vio, en más de una ocasión, cómo el semblante de varias chicas jóvenes cambiaba cuando escuchaban el nombre de Pedro. Parecía que ese nombre le traía un recuerdo atroz a la mente. Sin embargo nunca dio demasiada importancia a los chismes, sólo los escuchaba para luego descalificar mentalmente a sus vecinas, que en su mayoría eran amas de casas que no hacían más que ...
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