1. Mi secreto


    Fecha: 18/04/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Este es mi primer relato, quizas el único. Es verdad todo lo que cuento. Quizas no haya sucedido así, pero es como lo recuerdo y como lo viví. Siempre me dije y me afirmé heterosexual. Trato de no ser prejuicioso, aunque a veces ver a dos hombres juntos me parece raro, por que eso -me dijo un amigo gay- es de reprimido. Sin embargo, desde que tengo 14 las dudas son recurrentes. Lo que paso ese año no lo voy a olvidar más. Es mi secreto y lo cuento acá porque no puedo guardarlo más dentro mío. Necesito confesarlo y olvidar. Seguir con mi vida normal. Desde que tengo memoria hago mil cosas por día, salgo temprano de casa y vuelvo sólo para la cena. Con mis hermanos (tengo tres, todos hombres) fue igual. Naturalmente esto significó, mientras fuimos chicos, un gran estrés para nuestros padres que tenían que buscarnos y llevarnos a todos lados. Así que cuando motivados por ese sentido de independencia que nace en la adolescencia reclamábamos que nos dejaran viajar solos, aunque con algunas dudas y varias recomendaciones, no pusieron gran resistencia. Es común a esa edad que los hijos oculten cosas a sus padres y que estos, a su vez hagan la vista gorda sobre tantas otras. La pubertad sin duda es un periodo incómodo para toda la familia. Con mis amigos disfrutábamos mucho -era el placer de lo prohibido, de la tensión del límite- la lectura de relatos eróticos, y algunos de ellos hasta se habían animado a escribirlos en su tiempo libre. Los leíamos después de la escuela en un cyber ...
    ... o cada uno en su casa, los comentábamos en los recreos o pasándonos papelitos en clases que eran cuidadosamente codificados para eludir, en caso de una catástrofe, la curiosidad del profesor. Mis fantasías, aquellas de las que era consiente, iban más bien por otro lado. Recuerdo haber imaginado más de una vez cómo sería ser secuestrado camino a casa. Tendrías que ser una mujer, por supuesto. Pasaría en su moto toda cubierta, casi no sería perceptible las señas que delataran su género, y me intimaría a seguirla. Después de algunas dudas y algunas amenazas yo terminaría aceptando, medio convencido por la vergüenza de mi virginidad. Finalmente, luego de un tiempo indefinido de viaje (el suficiente como para estar lejos de toda mirada indiscreta, pero no tanto como para asustar a mis padres) empezaría el acto sexual. Primero, un beso ¿cómo se sentiría? seguramente húmedo y también excitante, hay algo ya de la penetración en el encuentro de las lenguas. Luego forzarme a que me desnude y atarme, era después de todo un secuestro. Finalmente llegaría el sexo, sin más sorpresas ni pasos previos. A veces, en la confusión de las horas más secretas de la noche los roles se invertían y se confundían, los órganos húmedos de placer cambiaban de cuerpo, yo ya no era yo, el hombre, en la fantasía. Sólo por un momento, hasta que el orgasmo seco de la inmadurez borraba todas las culpas. Caí en los hechos mucho después (en ese momento lo viví con la naturalidad propia de un niño): la mayoría de ...
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