1. El Gato Que nadie Ve Y La Verga De Mi Hermano


    Fecha: 30/10/2017, Categorías: Gays Autor: Eventualmente_Sexual, Fuente: SexoSinTabues

    ... frente a la pared donde necesita el cambio la bombilla. Héctor coge la bombilla nueva y se sube, desenrosca la quemada y remplaza con la nueva, sin problema alguno. La señora Margare con su sexo latiendo, y el corazón desbocado, estira la mano y le toca la entrepierna a Héctor. Ya este la tiene dura, se deja palpar por la señora, pulsa su miembro viril y la señora le aprieta repetida veces. — ¿No has dicho nada verdad papa? — Claro que no, señora Margare — le responde Héctor bajando de la escalera. En eso la aprieta contra su cuerpo, no sabe si darle un beso —no le provoca hacerlo—. Héctor presiona su paquete contra la frente de la vagina de la señora. Ella lo ve a los ojos, está caliente por dentro, y sabiendo que el muchacho no le va a regalar un beso, no le queda de otra y se agacha para sacarle el sexo. Le desnuda y la bermuda de hechor cae en sus pies. Un muchacho humilde, no esperaría la señora, que tuviera una ropa interior en buen estado. Eso a ella no le importa, agarra el miembro, y le estira el prepucio. El olor del sexo la embriaga, le lame el glande. Al principio con un poco de asco, luego lo envuelve con su lengua y se lo traga completico. La señora Margare, fue quien le arrebato la virginidad a Héctor. Él se hacía la paja pensando en Sara (la bonita del barrio) y cuando lo hace con doña Margare, siente un tanto la adrenalina pesada, como si hiciera el acto más sucio en su vida, lo que contrarrestaba ese sentir, era que también el morbo era infinito. Su glande ...
    ... se pone rojo, todo su sexo se atormenta de puro placer. Y cuando la mete por la vagina de la señora, aquel acto de verse así mismo cogerse una señora, lo lleva tanto de placer, que cuando acaba, todo su semen lo echa en el coño de esa mujer. 2 Había escuchado y se sabía de memoria la historia del gato, que tanto hablaba su hermano mayor como su madre también. Adrián quería poner cuidado, pero sus hormonas, recién alborotadas, le impedían hacerlo. Si no era su primo Juan por las noches, en el día buscaba la calle, como perra en celo. Unos día antes, estaba una quebrada cercana al barrio, de otro lado era otro barrio, y esa quebrada era como la frontera para los muchachos. Ni aquellos pasaban para su lado, como ellos tampoco. Y muchas veces hubo guerras campales, donde los muchachos piedra se lanzaban, y todo aquello los hacía ser bandas rivales. Pero ya esto sucedió hace tiempo. A pleno mediodía estaba Juan con su primo Adrián en la orilla dela quebrada, y del otro lado estaba otros tres muchachos. Entre ellos estaba a uno que le decían “el chino”. En la quebrada corría agua sucia, y era muy bajo el nivel, tan solo como para hundir los pies hasta los tobillos. Tampoco era ancho, con buen salto, se llegaba a la otra orilla, pero también había unas piedras en el agua, donde se podía pasar sin salpicarse ni hundir los pies en el agua sucia. Juan que es mayor que Adrián por dos años, este le dice; “¿A que no eres capaz y das un salto hasta la otra orilla?” Adrián lo pensó varias ...
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