1. Mi protegida


    Fecha: 06/09/2017, Categorías: Hetero Autor: protector, Fuente: CuentoRelatos

    ... de la discoteca, su belleza resultaba indiscutible, ahora, vista en todo su esplendor, todavía era más arrebatadora. La piel era tersa y aceitunada; los ojos almendrados, casi orientales, destacaban por su indefinido color, en una mezcla verde azulada. La boca, de labios grandes y dibujados, se teñía de un rojo intenso, y el cabello, surcado de ondas interminables, le confería un aire indómito. Todavía se sentía mareada, así que la llevé hasta mi despacho, donde la hice recostarse en el sofá. Al abrir la ventana un soplo de aire fresco penetró en la habitación. Me senté en un sillón, contemplándola después de más de un año, tan cerca, tan a mi alcance. Poco a poco fue recuperándose y sus mejillas empezaron a recobrar el color. Había permanecido con los ojos cerrados, hasta que abriéndolos, susurró "gracias". Mientras estaba reposando, el magnetismo de su rostro había acaparado toda mi atención, sin embargo ahora, el sonido de su voz, profundo, sensual, casi ronco, disparaba mi deseo como un mágico resorte. Fue en ese momento cuando bajé la mirada hasta su escote, que también había sucumbido bajo el efecto del agua, y marcaba descaradamente, dos hermosos pechos, de mediano tamaño, simétricos, redondeados, y unos pezones que se mostraban duros, erguidos, apuntándome sin compasión. Ni siquiera busqué sus ojos, al preguntarle "cuál es tu nombre". Ni siquiera me preguntó el mío al contestarme "Lamia". Su voz, otra vez esa voz, hizo que saltara de mi asiento, como si una cuerda ...
    ... invisible tirara de mí y me aproximé hasta su cálido cuerpo, tan esbelto y tentador. Levantándose, me recibió a medio camino. Sin tocarnos nos miramos durante unos eternos segundos, en silencio, con un contenido deseo brotando por cada uno de nuestros poros. Al fin, la atraje hasta mi cuerpo, y hundiendo mi rostro en su cabello volví a sentir ese dulce aroma que había quedado grabado a fuego en mi memoria, mientras sus formas volvieron a fundirse con las mías, acoplándose como dos perfectas mitades. Ella pasaba sus brazos por mis hombros y buscaba mi boca, que la recibía ansiosa, entreabierta, castigadora, pues aquellos pulposos labios, incitaban a ser devorados. Al tiempo que una de mis manos la tomaba por la nuca, la otra recorría los preciosos senos con avidez. El contacto sobre la camiseta me resultaba insuficiente, por lo que no tardé en despojarla de ella y disfrutar a manos llenas de su desnuda piel. Mientras me besaba, de sus labios se escapaban gozosos jadeos, que me alentaban a buscar más abajo, desabrochando el botón de su pantalón y descubriendo un diminuto tanga negro, bajo el cual se escondía un suave y rasurado sexo. Encendido de deseo, la tomé por las nalgas, apretándola violentamente contra mi pelvis, hasta clavar mi erección en su vientre. Su respuesta no se hizo esperar, pues instantes después ya había liberado mi pene y lo estimulaba con maestría. La observaba, arrodillada frente a mí, empleándose a fondo en proporcionarme el placer más absoluto. El erecto ...