1. Manuela (13)


    Fecha: 11/06/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... sus tetas se han ido en algún momento y las dos medio hermanas están dormidas atravesadas en la cama. No se despiertan a pesar de que hago ruido en el cuarto de baño y llamo a la recepción para que me confirmen que seguimos sin teléfono. Me encanta ver a las dos cuarentañeras relajadas y caigo en la cuenta de que aún no he follado con la rubia. Creo que hay que solucionar ese asunto y me arrodillo para lamer el sexo totalmente depilado de Julia (todavía hoy me pone a mil un chichi sin vello) que tarda unos minutos en reaccionar y cuando lo hace parece no despertar al resto del cuerpo a pesar de algún que otro movimiento y de la evidente profusión de flujo vaginal. Estoy convenientemente erecto y poco a poco penetro en ese chochete que me admite sin problemas; doy un par de embestidas y a la tercera va la vencida ("ay, ay; qué manera más buena de despertar; así, así; ¡sigue, sigue!") y me pongo a empujar con las muchas ganas que no se de dónde me salen últimamente. Apenas llevo cuatro o cinco minutos dándole pollazos cuando la rubita se corre calladamente y tras unos segundos me hace desmontar y se va al cuarto de baño; menos mal que Carmela se apiada de mi polla solitaria y algo amoratada que necesita marcha ("muévete con ganas; ¡fóllame, fóllame!"), la coge e introduce en su coño (de nuevo empiezo a olfatear ese olor único, excitante e inconfundible) para que yo corresponda a su movimiento de vaivén con un apropiado mete-saca. Nos estamos echando un polvazo intenso, fuerte y ...
    ... verdaderamente movido; la filipina da un grito largo, el perfume vuelve a manifestarse y yo tengo uno de los mejores orgasmos del último siglo, más o menos. Despierto con hambre, estoy solo en la habitación y las ganas de orinar me obligan a salir de la cama. Ha dejado de nevar pero el parte meteorológico sigue insistiendo en que se va a caer el cielo pesado y plomizo que nos cubre. A esperar. A la hora de comer nos ponemos en la misma mesa los clientes atrapados en el hotel, el ambiente es aburrido quizás un poco triste y tras el café quedamos ante una copa el matrimonio santanderino, las medio hermanas madrileñas y yo; las maestras marchan a su habitación y el viajante extremeño se ha despedido afectuosa y amigablemente pues va a intentar llegar a un pueblo cercano en donde tiene familia. Julia y Teresa parecen haber hecho buenas migas; miradas, comentarios, risas, parecen más una pareja de novios que simples conocidas. Pedro y Carmela más o menos lo mismo, por lo que me parece que estoy sobrando, doy como disculpa que tengo mucho sueño (lo que provoca amigables risas) y me dirijo hacia recepción (no sin envidiar mentalmente a Julia por el festín que se va a dar) por si ha llegado algo para mí. Sigue sin haber comunicaciones. Dos mujeres envueltas en pieles, bufandas, gorros, manguitos, orejeras han descendido de un potente coche e irrumpen en el hotel tiritando. Una de ellas vuelve su cabeza hacia mí mientras dice con voz autoritaria acostumbrada a mandar: "¿puede ordenar ...
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