1. El precio de la infidelidad


    Fecha: 01/07/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... sentía como mi falo creía entre sus piernas. Volvimos a besarnos, no sé durante cuánto tiempo, sin cambiar de postura. O mucho me engañaba, o ella también lo estaba disfrutando. Deslicé una mano hasta su sexo, que ardía y supuraba, y separé sus gruesos labios, labios que palpitaban. En cuanto comencé a acariciarla, sus gemidos llegaron a mis oídos. La quería poner a punto antes de empezar con las penetraciones. Todavía no tenía decidido por dónde seguir. Fue ella la que dio una pista. –¡Móntame! –Me susurró, poniéndose a cuatro patas. La monté desde detrás con más entusiasmo que pericia. Ella recibía mis embestidas con apurados jadeaos de dolor y placer. Sus nalgas amortiguaban mis acometidas, fueran certeras o no. Porque con una vagina tan ancha, era fácil salirse. Pero ella insistía en le diese más, que fuese hasta el fondo; un fondo que no creía que pudiese alcanzar. Empecé a sentirme agotado, pues los años no pasan en balde. Entonces le tocó el turno a Estrella, que se puso a cabalgar sobre mí. Las gotas de sudor recorrían su vientre para caer sobre mí; su entrepierna estaba empapada; relucía perlar resbaladiza. Pero lo que más me enloquecía era su actitud, su regocijo, la entrega que ponía en cada gesto. Se movía como si quisiera succionarme el falo, arrancármelo y engullirlo. La saqué de encima justo antes de que fuera a eyacular. Paramos unos minutos para tomar aire antes de volver a la carga. Mi falo había menguado un poco. Estrella lo tomó entre sus manos y atrapó ...
    ... la cabeza entre sus labios carnosos y brillantes. Pronto comprobé su natural destreza, y me dejé llevar. Recuperé mi vigor y me dispuse a penetrarla de nuevo. Ella sonreía como una niña traviesa. Disfrutaba, y eso me hacía sentir más confiado. La rodeé con mis brazos y la estrujé contra mi cuerpo. Seguía caliente y húmeda, con la piel resbaladiza y oliendo a crema hidratante. Me dejó que la mordiese, con suavidad, en los pechos. Luego la volteé sobre la cama. Abrí sus piernas para admirar la hinchazón que asomaba entre sus pliegues carnosos. Un bulto como una avellana atrajo mi atención. Me acerqué a olerlo y lo lamí con la punta de mi lengua; besé su sexo, lo chupé y lo masajeé con mi lengua. Me gustó su sabor, su olor, su textura, incluso su color. Lo devoré con pasión y sin miramientos. Conseguí que su cuerpo se arqueara, que se estremeciese. Luego me tumbé sobre ella para saciarme con su boca. Mezclamos fluidos. Adelante, me dijo, métemela toda. Y volví a penetrarla. Mi móvil sonó con su musiquita infame en el momento más inoportuno. Estrella estaba con las piernas abiertas, en tijera, y yo encima, despachándome a gusto contra su pelvis. Ella cerraba los ojos y se mordía la boca. No quería dejar escapar ningún gemido. Yo tenía sus pechos, todavía duros, entre mis manos. Seguí insistiendo hasta que ella cerró las piernas y me apresó contra su cuerpo. Entonces me derrumbé sobre ella. Fue un final vertiginoso y en verdad placentero. –Y tú, ¿llegaste? Te… –dije entre jadeos. ...