1. El precio de la infidelidad


    Fecha: 01/07/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... bordeo la frontera de la ley, pero no la cruzo. Digamos que sé jugar sucio, si la ocasión lo requiere. –No quiero escándalos. Debe actuar con absoluta discreción. –No los habrá. Se lo garantizo. –Entonces, ¿acepta el caso? –sonrío–. Le pagaré en efectivo. –Son 200 –dije circunspecto–. Por adelantado. –Me parece justo. Esperaba que fuera algo más caro. –Eso es la entrada. Serán otros 100, al terminar, por cada semana de trabajo. Además deberá abonar los gastos extra que se produzcan por imprevistos. Todo con su conveniente factura, claro. –De acuerdo. Ahora vuelvo –se levantó y salió del salón. Miré fascinado cómo balanceaba su cadera. La falda se le ceñía como un guante: o no llevaba nada debajo, o no se le notaba. Me pregunté qué secreto escondería entre sus piernas (en sentido figurado). ¿Por qué no sentía celos, rencor o ira? ¿Qué planes tenía en mente? –Espero que lo resuelva cuanto antes –dijo nada más regresar–. Tendrá una gratificación y mi sincero agradecimiento. Se inclinó hacia mí para entregarme el dinero. El escote del vestido quedó colgando durante un segundo. Pude apreciar unos senos orondos, compactos, retenidos por un sujetador escueto; la mitad de la aureola asomaba como el sol al amanecer. Si pretendía turbarme, fracasó estrepitosamente. Si sólo quería incentivar mi celo profesional, lo consiguió a medias. Esa tarde hice algunas llamadas. A las nueve, me reuní con Ernesto, un policía veterano que conocía de años atrás, en mi bar favorito. Le mostré las ...
    ... fotos. A Leonardo lo reconoció enseguida. Era un prestigioso abogado penalista, dueño de su propio bufete. Tenía cuarenta y nueve años (muy bien llevados, a juzgar por su aspecto). Destacaba por su carácter abierto y agradable; quienes lo conocían, lo admiraban y lo respetaban. Y nunca se había metido en líos, es decir, en política. Al llegar a mi modesto piso me puse a pensar sobre cómo enfocar el caso. La verdad es que me sentía descolocado, fuera de ángulo de tiro. La historia no me encajaba. Alguien mentía, o al menos no decía toda la verdad. ¿Por qué un “cazador” sexual como Leo seguía con la misma chica? Puede que ella fuese una fiera, o una diosa, en la cama. Su cuerpo joven y elástico ofrecía miles de posibilidades. Sin embargo, como al buen vino, le faltaba poso: ciertas habilidades sólo se adquieren con el tiempo. Y ella no podía tener más de ocho años de experiencia. Me serví dos dedos de whisky para estimular mi mente. ¿Y si no había ninguna relación sexual? ¿Y si los unía otra causa? Pero las fotos no dejaban lugar a dudas: en una la sujetaba por la cintura; en otra posaba una mano sobre su nalga mientras se miraban a los ojos, sonriendo. Leo era abogado. ¿Estaría la chica medita en asuntos turbios? ¿Lo habría contratado? ¿Para qué? No tenía ni idea. Cuando menos lo esperaba sonó el móvil. Era Melisa, mi ex mujer. No tenía más remedio que contestar, o estaría sonando cada cinco minutos. ¿Qué idea tenía ella del concepto de divorcio? ¡Cuándo encontraría a un idiota ...
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