1. Mi esposa y el hombre alquilado


    Fecha: 07/07/2019, Categorías: Confesiones Sexo con Maduras Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos

    Tuve la fortuna de casarme con una mujer muy bella, por dentro y por fuera, pero resulté ser ese hombre que les gustaría ver a su esposa con otro, una mera fantasía que muchos tenemos, pero pocos nos atrevemos a confesar. Esto me ocurrió poco después de casarnos al notar como me la chuleaban y como cada cabrón se le quedaba viendo las nalgas. Pasaron poco más de 20 años de feliz matrimonio cuando lo que les contaré lo que sucedió. Era el año 2004. Fernanda contaba con 43 años y yo con casi 48. Con la llegada del internet, como mucha gente lo hace sin aceptarlo, mi esposa y yo visitábamos muchos sitios pornográficos. Me gustaba mucho ver la expresión de mi esposa al visitar sitios de hombres bien dotados, en especial negros. Ella no comentaba mucho, salvo de que se trataba de fotos arregladas porque no podía existir un pene de ese tamaño, pero el brillo en sus ojos la delataba: le encantaba ver vergas gigantes de todos colores y sabores: jóvenes, maduros y viejos. Aún no le participaba yo mis deseos. Llevaba alrededor de 20 años guardándolos como una mera fantasía y me masturbaba frecuentemente pensando en ella con otro hombre. Simplemente después de nuestras navegadas, teníamos una actividad sexual más intensa. En una ocasión, llegué a casa después del trabajo y para mi sorpresa, Fernanda navegaba los sitios porno sin mí. Hasta ese momento, según yo, solo lo hacíamos juntos. Cuando me tiré en la cama junto a ella me llamó la atención que se encontraba en un sitio de ...
    ... hombres. Estaba viendo un catálogo de vergas. No hizo absolutamente nada para quitar la página cuando llegué. Después de saludarnos con el acostumbrado beso en la boca, le pregunté que a qué se debía su atrevimiento de ver esas fotos y videos sin mí. “¡Oh pues!, ¡tengo mis derechos! ¿Qué no?”, fue su respuesta. “¿Y te gusta lo que ves?”, le pregunté. “Hay algunos, bueno, casi todos, que se ven ricos, ricos”, contestó. Su respuesta me excitó. Ella insistía en que algunos no eran de verdad, pero cuando veíamos clips de películas, le quedaba muy poca duda. Nos encantaba ver, sobretodo, escenas interraciales. Siempre bromeábamos sobre los negros y sus legendarios pitos. Si bien es cierto que algunas fotos eran retocadas, o “photoshopeadas” como decimos ahora, se trataba de hombres bien dotados, superándome casi todos en tamaño y grosor. Y así seguimos por algún tiempo, disfrutando juntos y fantaseando. Un día que llegué más temprano de lo normal, entré a la casa si hacer mucho ruido. Estaba el automóvil de Fernanda en su lugar. Subí a la recámara y la encontré masturbándose con la laptop enseguida. Me miró, pero simplemente no pudo detenerse y me ignoró. Esta era la primera vez que la sorprendía haciéndolo completamente a solas. Lo había hecho frente a mi accediendo a mis peticiones y claro, seguramente lo hacía en la regadera o en el baño, como cualquier mujer, pero no haberle importado que la sorprendiera fue sumamente excitante para mí: veía una película de una madurona con un joven ...
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