1. En la tienda de muebles


    Fecha: 08/11/2017, Categorías: Microrelatos, Dominación Autor: a_relatos, Fuente: CuentoRelatos

    A primera hora de la tarde la tienda de muebles permanecía desierta. Paseaban entre una sucesión de expositores repletos de mesas, alfombras y estanterías en busca de cortinas para el apartamento que compartían. Las escenas estaban tan primorosamente decoradas que invitaba a los visitantes a sentirse como en casa, a elegir todos y cada uno de los complementos que allí se exponían. Entre cómodos y vistosos sofás pasaban la tarde con la tranquilidad de saberse solos en aquel inmenso lugar conformado por escenas que imitaban hogares sin vida. De repente y sin previo aviso tal y como le gustaba a ella, lo encaminó hacia la esquina de un decorado que simulaba una acogedora sala de estar. Sin mediar palabra le obligó, empujándole por sus hombros, a arrodillarse ante ella. Antes de que él reaccionara se subió la escasa falda que vestía y lo tomó de su cabello, acercando su perpleja cara al sexo, desprovisto de ropa interior. Para ella no era momento de hablar ni de pedirle que complaciese su espontáneo deseo. Solo quería sentir el placer de notar su aliento y su cálida lengua entre las piernas. Nunca ponía objeción a los inesperados caprichos de aquella explosiva mujer pues a ambos les gustaban los juegos de improvisación, del riesgo de ser sorprendidos, de no saber nunca cuándo ni cómo se presentaría la siguiente ocasión. Ella disfrutaba dominándolo a su antojo, poniéndole trampas en las que caer rendido, obligándolo a proporcionarle todos los orgasmos que le apeteciesen, a ...
    ... cualquier hora del día y en el lugar menos sospechado. Poco le importaba que se tratase de un espacio público, de una hora intempestiva o si se encontraban enfrascados en alguna tarea. El hecho de responder de inmediato a sus deseos le fascinaba, la enloquecía y la poseía por todos sus sentidos. Rodeando con las manos su cabeza, se dejaba llevar por la profunda sensación de una cálida plenitud, íntima y desgarradora. En su interior sentía cómo él saboreaba y sorbía su propio placer, cómo bebía la fuente de su deseo, llevándola lejos de aquellos inertes decorados. Le excitaba la certeza de saber que lo tenía solo para ella, que lo poseía entre sus manos, objeto que le complacía a su antojo. Suspiraba ampliamente, percibía que su alrededor quedaba en nada, en una inmensidad, brotando calor por su piel, sabiéndose deseada y sofocada en sus más profundos deseos. Durante un largo rato lo permitió que lamiera, que disfrutase de la calidez de sus orgasmos. Inmóvil, de rodillas, respondía cumplidor al último de sus caprichos, sin atender a nada más que a darle el placer que en ese momento quería. Besaba y mordía apresado entre sus muslos, sintiendo el objeto de su deseo y sabiéndose manejado por aquella sensual y endiablada mujer. Cuando se hubo saciado, lo elevó dulcemente por su cabeza para incorporarlo, mientras él aún se relamía del inesperado y dulce regalo. Recolocándose la falda lo observaba con ternura aunque desafiante, mordiéndose el labio como gesto de saberse la más traviesa. Lo ...
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