1. Nuestro naufragio


    Fecha: 10/08/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... antes había orinado, no me importó, con mi boca aplasté sus senos, con mis manos los estrujé para introducir mejor los pezones entre mis labios y beber su leche. Vanessa soltó un gemido de satisfacción; rápidamente llevé mi mano a su rajita y la acaricié. Esto provocó que ella languideciese: sus rodillas flaquearon y se vino hacia abajo rozando con toda su femineidad mi castigado cuerpo de náufrago. "Vanessa, ¡qué me estás haciendo!", exclamé en un suspiro; "Te haré más feliz", soltó ella. Mi polla cabeceó ante sus ojos, como afirmando, como si dijese: "Sí, vamos, empieza, mámame"; y ella obedeció tal orden dando un sonoro chupetón al glande; después avanzó con sus labios hasta cubrir más de la mitad de su longitud, y ahí la mantuvo, acariciándola entre su lengua y su paladar hasta que muy despacio se fue apartando, y mi cipote salió de su boca. Entonces, Vanessa habló: "Luis, vamos a follar, follemos bien, como sólo nosotros sabemos hacerlo, lo necesitamos, no lo hemos hecho desde que nos perdimos en esta isla, follemos como hembra y macho humanos que somos, no me importa quedarme preñada, ¡préñame, Luis!"; y nada más decir esto, Vanessa se puso a gatas sobre la tierra, mostrándome su esponjado coño en escorzo, justo debajo de la raja de su culo. Yo lo entendí a la primera: en aquel momento éramos como dos animales de distinto sexo que debíamos procrear a fin de repoblar la maldita isla, no sabíamos que nos depararía el futuro así que había que prevenir. "Sí, Vanessa, ...
    ... follemos", dije, y, apoyando mi torso sobre su espalda la penetré con fuerza. Ella chillaba salvajemente por cada arremetida mía. Yo también comencé a chillar. Las ondas agudas de ella se entremezclaban con las graves, mías: era un canto a la vida. "Luis... ah, vamos, ah… yo ya he... eh, ah, llegado", dijo ella entre exhalaciones. Aceleré, pues, mi ritmo; las pedorretas salían de su chocho cada vez que mi polla evacuaba aire con la presión; los golpes de la carne contra la carne eran cada vez más audibles. En pocos segundos una ola de calor recorrió mi cuerpo y explotó como fuegos artificiales en el de ella. El coito se había consumado. Dormimos abrazados bajo la luna toda la noche; los primeros rayos solares nos despertaron. La sed y el hambre nos visitaron en cuanto nos pusimos en pie. Yo pedí a Vanessa que por favor intentara mear; ella, haciendo un esfuerzo, se concentró en reunir algo de ganas: su cara se contrajo y me hizo una señal con un dedo, indicando el suelo bajo ella. Yo me acerqué y me tumbé de espaldas; ella se acuclilló, puso su ingle a pocos centímetros de mi cara y, con sus muslos flexionados, casi de puntillas, miccionó encima de mi nariz; saqué la lengua para relamer el líquido que me supo a ambrosías, quizá porque veía que manaba de su lindo chochito. Más tarde, cuando el calor empezó a apretar, Vanessa estuvo lamiendo mi sudor por todo el cuerpo. Más tarde me subí en las rodillas de Vanessa, que estaba sentada en una piedra, y estuve mamando de sus tetas ...
«1234...»