1. La reeducación de Areana (final)


    Fecha: 22/08/2019, Categorías: Dominación Lesbianas Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... siquiera prestaron atención a ese chorro caliente que las bañaba. Cuando Milena regresó junto a Margui advirtió que Marisa estaba magreando a su perrita y que ésta permanecía impasible. Sintió una ráfaga de algo parecido a los celos pero de inmediato se impuso su esencia perversa y ya junto a las dos le dio una bofetada a Margui, cuyos ojos se llenaron de lágrimas por la violencia del golpe y de inmediato le dijo: -Oíme, monjita puta, no vuelvas a hacer eso sin mi permiso. Si te dan ganas de coger con otra me pedís permiso y yo veré si te autorizo. ¿Oìste? -Perdoname, Milena, por favor… Yo… -Callate… Y vos, Marisa, sé que sos una vieja puta, pero esta perrita es de mi propiedad y si querés cogértela me lo pedís. -Si, está bien, Milena, disculpame, me calenté mucho y bueno… -¿Querés cogértela esta noche? –preguntó la asistente. -¡No, Milena, no me entregues! ¡Por favor, no! –suplicó Margui, que soñaba con pasar el resto de la noche con su amada Milena. -No… esta nena tuvo un extravío, pero se ve claramente que está muerta con vos… -dijo Marisa al rechazar la oferta con una expresión de amargura en su rostro. Mientras esto ocurría Amalia, con una copa de champagne en su mano izquierda y empuñando un látigo con la derecha, se paseaba majestuosa por el living descargando azotes sobre los cuerpos sudorosos y estremecidos de las invitadas. Había abandonado a las tres perras, Eva, Areana y Lucía, que entonces, libres de la vigilancia del Ama y ganadas por la más intensa calentura ...
    ... comenzaron a tocarse afiebradamente. ………………… -A ver, mamita, tiene que tomar la medicación. La voz de la enfermera la sacó de su ensueño. Amalia en realidad había estado recordando esos pasajes de su vida de Ama durante uno de esos escasos momentos de lucidez que su enfermedad, el Mal de Alzheimer, le concedía. Cuando los primeros síntomas y en posesión del dramático diagnóstico hizo testamento cediendo todos sus bienes a Milena, con la condición de que conservara a su lado a Marisa como asistente y a las tres perras, que respetara el vínculo con Elena y pagara hasta su muerte el costo de su internación en una de las mejores clínicas de Buenos Aires, donde ahora estaba, cláusulas a las cuales la joven no opuso reparo alguno. La memoria y capacidad cognoscitiva de la otrora poderosa Ama y su noción de la realidad se veían devastadas por la enfermedad y sólo a veces iluminaban su cerebro recuerdos como los que la enfermera acababa de interrumpir. Como una piadosa concesión de Dios, Amalia siguió lúcida cuando la enfermera se retiró y se puso entonces a pensar en aquella gente que otrora la rodeaba. Nada sabía de esas mujeres, porque Milena, si bien seguía costeando los elevados gastos de la internación, no la visitaba. No era por maldad ni desaprensión, sino que, por el contrario, quería y respetaba tanto a Amalia que tras una primera y única visita ya no pudo soportar el verla en semejante estado de degradación. Lo que Amalia ignora en las nieblas de esa enfermedad que nubla su ...