1. Heil mama (Cap. 4)


    Fecha: 23/08/2019, Categorías: Incesto Sexo en Grupo Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... —Nada... Ufff, qué morbo, macho... follarte a tu tía. —No se os ocurra contárselo a nadie, ¿estamos? —dije, mirándolos uno por uno. —Claro que no, joder —afirmó Román, muy serio. No se me pasó por la cabeza pedirle su opinión a mi tía Merche, quien simplemente me miró con los ojos entornados y una sonrisa sarcástica. Tenía mechones de pelo pegados a causa del sudor, las mejillas cubiertas de churretes oscuros por el maquillaje y su pintalabios había desaparecido después de tanta mamada. Aun así, estaba guapa y la deseaba más que nunca. Me puse sobre ella, acerqué mi rostro al suyo y hablamos en susurros. Mis amigos bromeaban entre ellos y no nos hacían mucho caso. —¿Qué pasa, Paquito? ¿Me quieres follar tú también? —dijo, con la voz un poco ronca. —¿Te sorprende? —dije, rozando sus muslos con mi verga. —Claro que no. Ya sé que me tienes ganas desde hace tiempo. —¿Ah, sí? —Pues claro. ¿Te crees que soy tonta? Noto cómo me miras... Y más de una vez me he dado cuenta de que se te pone dura. —¿Así de dura? Empujé y se la metí entera, sin prisa pero sin pausa. Me dieron ganas de meterle la lengua en la boca, pero recordé que dos tíos se habían corrido ahí dentro y me lo pensé mejor. Cerró los ojos y soltó un largo suspiro. Le besé el cuello y le acaricié los muslos y las tetas. —Mmm... Paquito... Si tu madre se enterase de esto le daría un ataque —ronroneó, mientras rodeaba mi cuerpo con sus piernas. —No hables ahora de mi madre, puta. La taladré con furia, tapándole la boca con ...
    ... la mano para no escuchar más gilipolleces. Ella me clavó las uñas en la espalda y me abrazó con los muslos cada vez más fuerte a medida que aceleraba el ritmo. La aplastaba contra el colchón con el peso de mi cuerpo, moviéndome hacia adelante con fuerza para clavársela hasta el fondo. Le quité la mano de la boca y cada vez que gemía su aliento caliente se metía en mi boca. Le agarré la cabeza con las dos manos, apoyando los codos en el colchón, y la miré fijamente a los ojos, con mis ojos de loco inyectados de deseo animal. La embestía con tanto ímpetu que la furgoneta temblaba. No sé cuánto duró aquello, solo que me salté su única norma y descargué dentro de ella, bramando como un ciervo en celo. Cuando me quité de encima, mi leche rezumaba fuera de su raja y formó un pequeño charco blanco en el colchón, prueba de lo cargados que llevaba los huevos. Merche sacó un paquete de kleenex de su bolso y se limpió lo mejor que pudo. Encendió un cigarro y nos quedamos todos tumbados en silencio, felices como cerdos en una charca después de montar a una buena puerca. Ya no había vuelta atrás. Había cometido el terrible pecado que me había hecho sentir tan culpable en los últimos días solo por imaginarlo. Al menos había sido con la viciosa de mi tía, y no con mi santa madre, y no me sentía culpable en absoluto. Pasados unos minutos, Merche se sentó en el colchón y se estiró, levantando los brazos sobre la cabeza, ronroneando como una gata satisfecha. Buscó su ropa, tirada por toda la ...