1. Necesidades de una mujer embarazada


    Fecha: 27/08/2019, Categorías: Incesto Confesiones Autor: Sandra_lujuria, Fuente: CuentoRelatos

    La navidad se acercaba y hacía cinco meses que la semilla de mi suegro germinaba en mi vientre. El dinero que el viejo me había dado cuando decidí venderle mi cuerpo, seguía intacto en mi cuenta bancaria e iba creciendo con los depósitos que el padre de mi hijo hacía mensualmente. Nunca supe si era la culpa lo que movía su voluntad de hacerse cargo de los gastos que pudiera tener durante mi embarazo, o si era algún resto de bondad que hubiera aún en su corazón. Pero muy en el fondo, le agradecía el gesto y sobre todo le agradecía que hubiera desistido de buscarme. Yo me sentía muy mal por Roberto, quien fuera mi marido; y pasaba noches enteras preguntándome si quedándome a su lado podría haberlo salvado del alcoholismo en que estaba profundamente hundido desde hacía más de un año, todavía lo amaba aunque yo quisiera negarlo. No pude evitar llorar cuando mi abogado me citó en su oficina para firmar mi divorcio. Tal y como sucedieron las cosas, nuestra separación fue un duro golpe para mi ex esposo y para mí. Le había sido infiel con su propio padre y lo había hecho por dinero. Y lo peor es que en ocasiones me había gustado someterme a los deseos de mi suegro. Además del sentimiento horrible de haber traicionado al hombre con el que compartí diez años de mi vida, sufría también por los achaques de mi estado y por las constantes fluctuaciones de mis hormonas, que en un instante me hacían pasar de la euforia a la más absoluta de las nostalgias, solo para ponerme caliente al ...
    ... minuto siguiente. Ahora que vivía con mi amiga Angélica y su novio, me sentía afortunada de tener una recámara para mi solita (bueno, así sería al menos hasta que naciera mi hijo). Salvo un breve periodo en mis veintitantos, yo había tenido que compartir mi cuarto desde niña, con mi hermana Flor y luego ya de adulta, con el que fuera mi esposo. Tener mi propio espacio era una gran ventaja, sobre todo a la hora de desahogar mis ataques de cachondez. Había adquirido la costumbre de empinarme en la cama todas las mañanas al despertar y masturbarme usando uno de esos peines de masaje (la verdad siempre he pensado que son juguetes sexuales mal disfrazados). Con el culo al aire, ponía a vibrar el aparato en mi clítoris y luego, cuando me estaba viniendo, ensartaba el mango en mi vagina. Jorge, mi abogado, con quien cogí una vez mientras mi suegro nos espiaba, había tomado luego de nuestro acostón, la habitual distancia entre un profesional y su cliente. Así que no hubo más encuentros con él. Durante mi embarazo, además del sexo, extrañaba los piropos de mis compañeros de oficina. Es bonito ver cómo los hombres te tratan como a una deidad dadora de vida cuando estás encinta. Y es más bonito aún verlos traspasar esa invisible barrera de la maternidad para ceder al impulso de fornicar contigo, como pude saberlo después. Cuando les dije a Angélica y a su novio que mi sobrino vendría de los Estados Unidos a pasar unos días en la Ciudad de México, inmediatamente pusieron su casa a nuestra ...
«1234...8»