1. Historia de dos buenas amigas


    Fecha: 14/11/2017, Categorías: Lesbianas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    No sé cómo sucedieron las cosas, pues la verdad nunca pensé que eso llegaría a pasar. La conocía hacía apenas dos semanas y no me había parecido más que una chica bonita y nada más. Pero tuvimos que hacer un viaje de estudio juntas, y empezamos a entablar una amistad femenina nada fuera de lo normal. Me cayó bien, especialmente porque teníamos ideas parecidas en varias cosas, por ejemplo en el sexo y en el amor. Ella vivía su vida con una libertad envidiable, claro, madre soltera, podía hacer lo que se le viniera en gana. En mi caso, un matrimonio de siete años me colmaba de esa felicidad tranquila y relajada que muchas mujeres de mi edad envidian. Nos contamos algunas intimidades: cómo ella perdió a su esposo y yo en retribución, le comenté sobre cierta relación extraña y enfermiza que aún mantenía con un antiguo amor al que quería ponerle punto final, pues él siempre se había portado de manera muy egoísta conmigo y yo no me había querido dar cuenta. Mis recuerdos sobre esta relación nos acercaron aún más, pues ella vivía algo similar con un viejo amante. Una noche, en que andábamos buscando un lugar donde dormir que no fuera muy caro, me acordé de un amigo que vivía de cantar en los bares y que me había ofrecido su casa amablemente. Lo contacté y quedamos que nos prestaría su departamento. Esa noche fuimos a verlo tocar al bar y después de algunas copas regresamos al depto., donde mi amigo abrió una botella de vino más. Allí comenzó una discusión que verdaderamente yo ...
    ... no pensaba llevar a ninguna parte. Empecé a hablar sobre mi particular forma de ver el sexo, materia harto conocida por mi amigo que también había sido mi amante. Él me preguntó si yo había estado con alguien de mi mismo sexo, le contesté que no, pero que no me cerraba a esa posibilidad. La noche terminó con la última gota de la botella y ella y yo nos dispusimos a dormir. Las dos llevábamos ropas adecuadas para el calor de la noche. Prendas delgadas de algodón, consistentes en camisas finas y panties frescas. Nos acostamos una junto a la otra y comenzamos a platicar sobre nuestras respectivas experiencias sexuales, con quien nos gustaba más, quién de nuestros amantes cogía mejor... no recuerdo cómo (todavía sentía el calor de las copas en la sangre) nos quedamos calladas y nuestros pies, las puntas de nuestros dedos se tocaron. No recuerdo si fui yo o ella la que comenzó la caricia. Nuestros pies y piernas comenzaron a frotarse suavemente, ella se hallaba a espaldas de mi y era fácil realizar esa actividad. Me empecé a calentar de manera muy extraña. Poco a poco nuestros movimientos se hicieron más rápidos, más frenéticos y entonces pensé que podía tocar sus pechos, los cuales siempre me habían fascinado de alguna manera, con esa cierta envidia con la que quienes no los tenemos tan abundantes, miramos a las que sí. No me abalancé a ellos directamente, sino que toqué primero su cintura y su vientre, aún temiendo su reacción. Me encantó comprobar que ella también estaba ...
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