1. Mamá sabe lo que necesitas


    Fecha: 20/11/2017, Categorías: Incesto Autor: Escriba, Fuente: CuentoRelatos

    ... de la confusión, pero ella le clava las uñas y le hace abandonar toda resistencia, obligándole a hundir su rostro entre los generosos senos que le aguardan. Por un instante parece perdido, pero no pasa mucho tiempo hasta que sus labios logran rodear uno de los pezones, fundiéndose con él. Sus gemidos, ahora, quedan ahogados. –¿Quieres acabar? –le pregunta ella mientras aumenta la velocidad de sus atenciones. Separando con desgana los labios del pezón en el que estaban concentrados, él exclama: –No, no, déjame acabar a mí… –y rápidamente explica la razón– ¡No quiero mancharte! ¿Acaso no es tierno cuando un muchacho se preocupa por su pobre madre? –No seas crío y deja que mamá te ayude –le dice, tras lo cual le hace desprenderse de sus bóxers, dirigiendo su rostro ante la virilidad que el muchacho mantiene desplegada ante ella. El sexo del muchacho roza sus labios. Su lengua, curiosa, escapa de entre los labios para captar el sabor de ese cálido cuerpo que tiene delante: sus gotas tempranas, como el rocío de la mañana a una flor, le resultan revitalizantes. La lengua de ella busca la enrojecida corona de su masculinidad, que recorre con esmero una vez la alcanza; las gotas de la esencia del muchacho son rápidamente absorbidas y sustituidas por la propia saliva de la madre. El terremoto vuelve a iniciarse y todo el cuerpo del chico se agita con los temblores. El ruido que escapa de su garganta anuncia la erupción inminente. El sexo de él y ...
    ... los labios de ella parecen unidos ahora por una extraña alquimia que impide que se separen; hijo y madre reunidos de nuevo. Él desea avisarla, pero aquella novia de recuerdo ahora borroso nunca le dejó explotar entre sus labios, por lo que finalmente se muerde los labios y se deleita en su silencio. Ella hace mucho que no recuerda el sabor de un hombre, y en lo más profundo de su ser ruega porque no la avise. Es imposible contener más la explosión y la lava de su cuerpo, cálida y fuerte, se derrama sin control. Desprevenida, parte de aquel fuego baja por la garganta de ella; al principio la rechaza, pero él no parece querer separarse, y pronto comprende que es más fácil seguir absorbiendo el fuego de su hijo que intentar resistir el flujo que la embarga. Agotado, el muchacho no es ni capaz de hablar. Su madre, limpiándose los labios, le ofrece un beso de buenas noches. Esta vez sí que es un beso largo y el muchacho tiene la oportunidad de compartir su propio sabor. En otras condiciones la idea misma le repugnaría, pero la boda de su madre se le antoja ahora como la más dulce de las frutas prohibidas. Cuando se retiran, sin apenas aire, el chico siente cómo su consciencia se desvanece mientras desciende al país de los sueños. Su rostro posee el aire de calma de quien duerme sin preocupación alguna. Orgullosa de haber logrado traer paz a su hijo, vuelve a su cuarto, disfrutando secretamente el sabor de la esencia que aún nota en su boca. 
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