1. Me llevaron al paraíso del placer, en el aseo de aquel baño público


    Fecha: 21/11/2017, Categorías: Gays Autor: danisampedro91, Fuente: CuentoRelatos

    Esa mañana había estado haciendo unos recados, cuando iba de vuelta para casa a comer. Eran sobre las 12 del mediodía, e iba caminando por la calle Linares Rivas, de mi ciudad. Como era temprano para comer, tenía intención de pasar por los baños públicos que hay en la calle Fernández La Torre, junto a las escalinatas de Santa Lucía; no creo que sea necesario decir que iba salido, y con unas tremendas ganas de follar; llevaba toda la mañana, empalmado como un burro; vamos que llevaba la polla más tiesa que el mástil de un velero. Antes de cruzar para la calle Fernández La Torre, que es donde están los baños públicos, me fijé que unos metros delante mía, iba un hombre; yo creo que andaba más en los 50 años, que en los 40, pero si me dicen que tenía 55, pues diría que sí, y si me dicen que tenía 47, pues... también podría ser; el caso es que ya lo había visto varias veces en dichos baños públicos. Pero lo que realmente me llamaba la atención de él, era su vestimenta, o digamos su aspecto. Vestía ropa oscura, como pasada de moda; pantalón de mezclilla, o tergal, llámenlo como más les guste, jersey o chaqueta de punto, y en un color oscuro; yo diría que un gris oscuro, o negro; cada vez que lo veía, me recordaba los Amish, en esa película de los 85, testigo único, protagonizada por Harrison Ford. El caso es que iba pensando que seguro que él también iba ir a esos baños públicos. Efectivamente, había acertado; había entrado en los baños públicos. Después de haber entrado él, a ...
    ... los segundos, lo hice yo. Él se había situado en uno de los urinarios, se encontraba sacando su polla, cuando yo me situaba un par más a la izquierda, en dichos urinarios. Saqué mi polla que me costó trabajo, y no por el tamaño, sino por el empalme de campeonato que tenía, poniéndome a simular que meaba. Pasaron unos minutos, y ambos seguíamos en la misma posición, ambos simulando que estábamos meando. Nos mirábamos, pero ninguno se decidía a dar el paso, él me miraba a los ojos, como diciéndome ¿quieres esta verga? Claro que la quería. Así que me decidí, y sujetando la polla, me fui para uno de los aseos. Cuando arrimaba la puerta, le hice una seña con la cabeza; era como si le contestara a su pregunta que me hacía con aquella mirada, sí quiero; dejé la puerta a medio cerrar, cuando él se decidió, y para allí vino. Abrió la puerta metiéndose en el aseo, cerrando la misma con el cerrojo, cuando ya estaba dentro. Nos miramos a los ojos, y ambos llevamos nuestras respectivas manos, a la polla del otro. ¡Oh dios mío! que polla tenía. Era larguita, y nada gorda, derechita como una vela, y bien bonita, son de esas pollas que da gusto mirar; además son las que a mi me gustan, ya que no me hacen daño, y me entran en el culo de maravilla. Empezamos a acariciarnos las pollas, bajando y subiendo la piel que recubría el glande, mientras nos íbamos aproximando uno al otro. Soltó mi polla, echando mano a mi camisa, para empezar a desabotonarla. Mirándome a los ojos, iba acercando su boca a ...
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