1. En los vestuarios del gimnasio


    Fecha: 26/11/2017, Categorías: Gays Autor: elalcalde, Fuente: CuentoRelatos

    A veces las cosas se desarrollan de forma tan sencilla que apenas parece que ocurra nada nuevo. El médico me había enviado a un gimnasio porque tenía que adelgazar. A mi edad, ya cumplidos los cincuenta y cinco, las grasas no son nada buenas, me dijo. Busqué en Internet para ver los que quedaban cerca de mi casa. Había tres a una distancia corta. Pero pensé que si lo cogía un poco más lejano evitaría el coincidir con vecinos y, además, podría completar el ejercicio con el paseo para ir y para volver. El gimnasio era grande, en un centro comercial. Cuando llegué me atendió una chica joven, con unas tetas grandes bien ajustadas en un top mínimo. Me indicó un circuito con distintos ejercicios y me recomendó que luego me fuera a la zona de piscina. “Un par de largos y un yacuzzy antes de ir a la ducha”. Llevaba ya mes y medio haciéndolo. Iba a las doce de la mañana. Me cruzaba con algunos jubilados que ya salían (¡cómo madrugan los jubilados!), coincidiendo en los vestuarios. Alguno salía de las duchas (individuales, pero sin puertas) absolutamente desnudo y se volvía a secar junto a su bolsa. Con alguna mirada de refilón, les “medía”. Pero era poco tiempo: yo llegaba vestido y lo único que hacía era guardar mi bolsa en un armario y salir a hacer mis ejercicios. En todo ese tiempo, apenas había coincido cinco minutos con alguien en el jacuzzy. Pero ese día había un hombre metido en él, los brazos abiertos sobre el borde, las piernas abiertas. Tenía todo el pelo blanco y ...
    ... bastantes arrugas en la cara y el cuello. No tendría menos de 70 años. No había problemas: el jakuzzy era grande y cabíamos perfectamente. Me senté y creo que inició una conversación baladí y luego permanecimos en silencio. Al cabo de un rato, se levantó. Tenía una erección y se le notaba en el bañador. Sonrió. - Es que las burbujas me ponen. No contesté más que con una pequeña sonrisa, como confirmando. Le vi dar un largo a la piscina y volvió, aún con el paquete inflado. Volvió a sentarse y dejó que sus piernas flotasen. El paquete no tardó en ampliarse. Me fui para ducharme. Eso sí lo hacía al acabar: una buena ducha. El pasillo de las duchas era corto, con tres duchas a cada lado. La primera de cada lado se veían desde los bancos, así que casi nadie las usaba a no ser que el resto estuvieran llenas. Yo, como siempre, utilicé la segunda. Cuando salí para vestirme, la toalla alrededor de mi cintura, le vi enfrente de mi bolsa. Estaba desnudo, con una buena erección aún. No se cortó por mi presencia, sino que me mostró su polla erecta (o eso me pareció). No hice caso y seguí hacia mi bolsa. Me sentí un poco avergonzado cuando pensé en quitarme la toalla delante de esa polla enhiesta. Y me sentí aún más avergonzado cuando noté que mi polla también se ponía dura. Me entretuve buscando en la bolsa hasta que le noté ir hacia las duchas. Mi erección ya se había pasado. Me dispuse a ponerme los calzoncillos y me di la vuelta. El hombre estaba en la primera ducha, la polla bien enjabonada ...
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