1. Masaje inolvidable


    Fecha: 01/12/2017, Categorías: Infidelidad Autor: Zyon, Fuente: CuentoRelatos

    Estábamos las dos parejas en una casa rural alquilada para nosotros solos, la casa tenía tres habitaciones, en principio iba a venir otra pareja más pero no pudieron, total que sobraba un dormitorio, mi novia María y su amiga Ana, se conocen desde el colegio, y el novio de Ana, Fernando, lleva con ella desde que era una niña, Ana no conoció más hombre que Fernando, salvo algún rollo esporádico en un momento de bache en su relación. Ana y María son muy diferentes físicamente, Ana es bajita (1,60m) y rellenita, no está gorda ni mucho menos, es terriblemente coqueta (o es la impresión que a mí me da); María es alta (1,70m) y delgada, aunque tiene unas curvas deliciosas y unas tetas cada vez más hermosas, firmes y del tamaño de unas buenas naranjas, las de Ana son más grandes, pero no tan firmes, aunque, con los escotes que le gusta lucir la verdad es que se ven maravillosas. Tras esta breve introducción voy al grano, Ana llevaba toda la tarde quejándose de la espalda, y yo me ofrecí a darle un masaje sin segundas intenciones, íbamos por la calle los cuatro y yo le echaba las manos a la parte posterior del cuello y apretaba suavemente, ella gemía de gusto, demostrando lo que le gustaba, a pesar de que estábamos ante nuestras respectivas parejas, eso a mí me calentaba, porque, aunque no lo he dicho y como posiblemente habréis adivinado, aunque Ana no sea "mi tipo", despierta en mí un morbo tremendo, con sus miradas pícaras, sus gemidos cuando le toco el cuello, la naturalidad con ...
    ... la que me deja bucear con la mirada en su escote cuando se sienta frente a mí en una cena, o en cualquier otra ocasión, y ya no digamos cuando bailamos juntos algo de salsa, como se me arrima y la manera en que mueve su melena oscura, al estilo de las bailarinas de los videos musicales, como me pone… En fin cuando llegamos a la casa después de cenar algo, agotados como estábamos tras un día de playa, decidimos irnos para la cama, cuando íbamos a subir a los dormitorios le propuse a Ana darle un buen masaje, para que descansara mejor, aceptó, María y Fernando se fueron cada uno para su habitación a descansar. Ana y yo nos metimos en la habitación que sobraba, le dije que se tumbara en la cama de espaldas, se tumbó sin desvestirse ni un poco, yo también estaba vestido más o menos como ella, un vaquero y una camisa, empecé a masajearle el cuello y luego la espalda por encima de la camisa, pero al arrugarse reducía considerablemente la efectividad del masaje (he de decir que mis masajes no son ni mucho menos profesionales, se reducen a un puro sobeteo, ella lo sabía también como yo, pero creo que también le daba morbo estar conmigo a solas), el caso es que le sugerí que levantara un poco al menos la camisa, y ya de paso desabrochara el sostén, lo hizo como lo hace todo con suma naturalidad, sin entrever segundas intenciones por mi parte (o no dándoles importancia si las entreveía) comencé a acariciar –masajear– sobar la blanca piel de su espalda, la acariciaba por los costados, ...
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