1. LOS MUCHACHOS DE MI BARRIO 3


    Fecha: 06/07/2020, Categorías: Confesiones Tus Relatos Autor: Alejandrogusta, Fuente: RelatosEroticos-Gratis

    ... en el canal del molino y siempre lo hacia desnudo y con el pedazo duro.
    No dejaba pasar la oportunidad de tocar alguna cola.
    Lo hacia como jugando.
    El canal, en la parte que nos bañábamos estaba rodeado de un gran cañaveral que nos tapaba de miradas indiscretas.
    Cuando llegué al lugar solo estaba el Grillo, el Omarcito G, el Payito, el Omarcito A y yo que llegaba.
    Todos estaban jugando en el agua.
    El Grillo había inventado un juego de preguntas y el que no respondía bien pagaba una prenda.
    En ese momento la prenda era dejarse pincelar el culito con la chota peluda del Grillo.
    Habia que ponerse en posición de sapito al borde del canal y allí te pincelaba.
    Me incorporé al juego y contesté bien.
    Le tocó al Payito y perdió.
    Se puso en posición y el Grillo se acercó, le miró el upite y se dio cuenta que ya no era virgen.
    Vi cuando se escupió la mano, le pincelo la puertita, ubicó bien la cabeza y empujo.
    Por lo menos la mitad entró.
    Antes de que el Payito gritara o que los demás se dieran cuenta, lo abrazo y se metió con él al agua.
    Los otros no se dieron cuenta.
    En el agua lo soltó y siguió el juego.
    Esta vez perdió el Omarcito G y cuando el Grillo lo puso en posición vio que todavía esta sanito
    -Huy papito, un virguito para papá. Ya era hora.
    Después de un rato se puso aburrido y el juego terminó.
    Me quedé con las ganas de equivocarme.
    Con el Payito y el Omarcito A nos venimos para el barrio.
    El grillo dijo que el Omarcito G le tocaba ayudarlo a ordenar la ...
    ... cancha y se quedó con él.
    Al Omarcito G no lo vimos por varios días.
    Incluso el Grillo desapareció para siempre del barrio y según contaban, lo buscaba la policía.
    Según cuentan en el barrio, lo había lastimado mucho al Omarcito G y tuvieron que ponerle puntos en el culito.
    Un día sábado de mañana el hermano del zapatero que se llamaba Mariano y era colectivero me pidió que le vaya a comprar cigarrillos.
    Mariano vivía solo en una de las piezas del conventillo que daban o tenían puerta directa a la calle.
    Era soltero, alto como sus hermanos y como pude comprobar cuando vine con el mandado, era repeludo.
    Cansado de su jornada de trabajo se había acostado sobre al acolchado de su camita vestido con solo un calzoncillo de esos que parecían un paracaídas: celestes, con dos botones en la pretina o cintura y la bragueta libre además de ser amplios de pernera.
    Estaba con las piernas y los brazos abiertos y roncaba.
    Como la ocasión hace al ladrón aproveche y me puse a mirar todo.
    No. La pieza no.
    Miraba a Mariano por todos los rincones de su anatomía.
    Las piernas gruesas y peludísimas.
    Por una pernera del calzoncillo se podía apreciar un hermoso, gordo, peludo y colgante par de huevos que pedían a gritos una caricia.
    Como seguía dormido y roncando a pata suelta tendí mi mano y entre abrí la bragueta.
    Una selva de pelos y el nacimiento de lo que luego veria un hermoso ejemplar de pene.
    Parece una cuestión de herencia familiar.
    Con mucho cuidado lo fui sacando y lo dejé ...
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