1. Del séptimo piso al cielo


    Fecha: 23/12/2017, Categorías: Hetero Autor: Emilio Espejo, Fuente: CuentoRelatos

    Aunque no había nadie en la oficina a esa hora, regresé rápidamente a mi despacho. El paso siguiente era el más emocionante del proceso: la espera de las reacciones. Y es que ese día lo había hecho diferente: esa vez no le llevarían un arreglo floral durante el día de trabajo, sino que al llegar a su escritorio, Gema se encontraría con una rosa y un sobre que, reformulando a Cortázar, le propondría: Ven conmigo esta noche no haremos el amor dejaremos que él nos haga a nosotros No esperé mucho. Veinte minutos después, sonó el teléfono de mi despacho. Licenciado, es urgente que vaya a la zona de los ascensores en este momento, reconocí la impetuosa voz de Gema. Sonreí, me puse mi saco y me dirigí hacia donde ella me lo pidió. Ahí estaba Gema. Vestía una blusa blanca, una falda negra que no le cubría las rodillas y unos zapatos negros de tacón bajo. Llevaba el cabello suelto y los labios levemente teñidos de carmín. Lucía radiante. Segundos después llegué al lado de Gema. No me dio oportunidad de darle siquiera un cortés beso: me tomó del brazo y me metió a uno de los ascensores. Ella presionó dos botones, éste cerró sus puertas y comenzó a descender. Lo que después se convertiría para mí en una de las metáforas de la pasión, iniciaba en ese momento. Una vez dentro del elevador, Gema colocó uno de sus dedos índice en mis labios, acercó los suyos a mi oreja izquierda y me susurró pausadamente un no puedo esperar hasta la noche. Una ráfaga de sangre se me agolpó en el vientre. ...
    ... Súbitamente, mi rostro comenzó a ser humectado por besos suaves que Gema me esparcía por mi cara. El elevador indicó que habíamos llegado al 2º piso y siguió descendiendo. Haciendo caso omiso del movimiento mecánico que nos envolvía, las manos de Gema me rodearon el cuello al mismo tiempo que su lengua inició un sugerente jugueteo en las comisuras de mi boca. El elevador indicó el primer piso y siguió descendiendo. Los dientes de Gema prensaron delicadamente mis labios. Sentí como sus pechos redondos, carnosos, suculentos, se apretujaban en mi cuerpo. Con alevosía, ella introdujo su lengua inquieta en mi boca. Sentí una vertiginosa excitación claustrofóbica. El ascensor indicó la planta baja y se dirigió al sótano. Más como hechizo que como reacción coherente, mis manos sujetaron la cintura de Gema. La lengua de Gema se frotó con la mía impregnándome del exquisito sabor de su saliva. Le balbuceé un espera, las puertas del elevador se van a abrir. Ella separó su boca de la mía, sonrío pícaramente y me respondió: se van a abrir hasta que yo quiera, y eso será hasta que te coma completito, papi. Una sorpresiva convulsión me dejó aturdido. Pero efectivamente, el ascensor llegó al piso -1, se detuvo algunos segundos y, sin abrir sus puertas, comenzó a subir hacía el séptimo piso. Expresé un efímero ¿cómo le? que ella no me dejó concluir porque reanudó la desquiciante danza de su lengua. Recuerdo perfectamente esa sensación de desconcierto. Pero más recuerdo las caricias incitantes de ...
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