1. Humillada por mi propia carne


    Fecha: 24/12/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Todo empezó el mes pasado, cuando mi marido contrató en nuestra empresa turística a aquel nuevo empleado. Enseguida, desde el primer día de trabajo en que nos presentamos, tuve respecto a él la impresión de una amenaza. Siempre me había mirado de un modo extraño, como si me conociese; pero yo estaba segura de no haberle visto jamás. Después vino el episodio de la bronca laboral. No me gusta que nuestros empleados lleguen tarde al trabajo y éste, al tercer día, se había presentado 45 minutos más tarde de su hora. Le dije claramente que esperaba que esa fuese la primera y ultima vez y él, después de haberme mirado muy fijamente a los ojos me contestó: -Si yo fuese usted, señora Valverde, no usaría ese tono cuando habla conmigo. Yo no sé cómo, porque no es mi carácter, he tenido el valor de callarme y no reaccionar. Estaba intrigada. ¿Qué es lo que le puede dar tanta arrogancia y tanta seguridad?, me había preguntado. ¿Sabrá algo sobre mí?.¿Acaso conoce lo de Juan y yo?. pero enseguida me lo quité de la cabeza. Es verdad que la nuestra es una ciudad relativamente pequeña y donde hasta las paredes oyen, pero mi relación con Juan había durado nada más unas pocas semanas y hacía ya seis meses que se había acabado. Estaba segura de que nadie podía saberlo y, aunque nos hubiesen visto juntos, ¿cómo hubiesen podido imaginárselo?. Si alguien se hubiera atrevido mi marido mismo le habría denunciado por difamación. Era imposible que fuera eso. Pero a él se le veía tan firme y tan seguro ...
    ... ante mí.... Las cosas se precipitaron a media mañana. Mientras mi marido había salido a resolver unas gestiones y, en la agencia de viajes sólo habíamos quedado los dos, él se me acercó y me pasó su mano por el trasero. Me giré y me quedé mirándolo fijamente. No podía imaginarme que llegase a tanto su osadía. No era un hombre feo ni demasiado mayor, unos treinta y algo, pero su rostro no acabó de gustarme. Era un rostro ambiguo y de disgusto, con facciones demasiado pequeñas, labios sutiles y el pelo engominado, aplastado y brillante. Luego toda mi rabia explotó: -¿Cómo te permites eso? ¡monstruo estúpido, cerdo degenerado!, -le dije tratando de darle un bofetón en la cara. Él, como respuesta, me cogió el brazo y me lo bajó con fuerza, al tiempo que me miraba con una sonrisa de cínico. -Me permito esto, señora Valverde, porque conozco un montón de cosas sobre usted y que no le gustaría que se anden sabiendo por ahí Y, al tiempo que me decía esto, depositó sobre la mesa un montón de fotografías que traía en su chaqueta, alejándose un paso hacia atrás. -Mírelas, señora Valverde -continuó diciendo- y si lo desea se las puede quedar. Yo ya tengo los negativos para hacer cuantas más copias desee. Es usted muy fotogénica y ha salido estupendamente. Yo tomé una foto y por poco me desmayo del susto. La sangre se me subió de tal modo a la cara que parecía que me iba a explotar de ira. Las piernas empezaron a flaquearme y a perder su fuerza para sostenerme, me apoyé con la otra mano en ...
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