1. Una ciega chancha y putita (Segunda parte)


    Fecha: 28/12/2017, Categorías: Fetichismo Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Honestamente no me fue fácil dejar de visitarla. Ayelén es una diosa que te prende fuego, y no solo por su voz azucarada, con sus tetas chiquitas pero tan comestibles como sus bombachitas, con su olor a ternura de pétalos prohibidos, con la temperatura de su conchita siempre jugosa y su arte al mamar la pija. Que sea ciega la hacía más interesante para mi psicología, para cada fantasía que atesoraba mi mente y para mis emociones carnales. Ya pasaron dos años desde que la frecuento en aquella casona donde supuestamente te hacen masajes descontracturantes. Solo dos veces pedí estar con otra prostituta, de las 25 oportunidades en las que fui. Por supuesto, Ayelén no lo sabe. No me quedaba claro por qué, pero sentía que la traicionaba si se lo contaba. Con ella todo es diferente. Había conseguido un permiso especial para sacarla del bulo y llevarla conmigo durante una hora. Con una billetera suculenta todo es posible mis amigos! La primera vez que me la llevé dimos unas vueltas en mi auto por la city, yo con la pija afuera del pantalón, y ella primero con sus manos y luego con su boquita fresca fue fabricando toda la lechita que se le antojó. Le acabé en las manos, más tarde en la boca, y el último lechazo se lo estampé entre las tetas y el corpiñito berreta que traía. Esa vez ella no debía recibir estímulos. Yo quise comprobar cuánto era capaz de mojarse la bombacha solo practicándome sexo oral. ¡y vaya que se mojaba la cochina! Ese día volvió al cavarulo sin su tanguita. ...
    ... Después de ese día yo le hice la colita por primera vez en su piecita despintada pero acogedora, poco luminosa pero llena de posters de minas en bolas. Fue un día normal de Buenos Aires, con llovizna, humedad y demasiada gente en las calles, como cualquier viernes por la noche. Esa vez le regalé un cd de mi banda. Nunca supe si lo escuchó. Pero la cosa es que me aguardaba tapadita en la cama, en tanga y con el pelo lleno de trencitas. Una venezolana me condujo a su pieza, atribuyéndose el honor de haberla preparado para mí. Ahí supe que sus compañeras la bañan, la visten y maquillan. También la caribeña me dijo que Ayelén no es la más elegida por los hombres porque le tienen pena, pero aquellos que se hacían un pase con ella salían enloquecidos. Entré a su pieza con los celos invadiendo mis razones, y en cuanto la mujer cerró la puerta con amabilidad me le tiré encima sin desnudarme. ¡así que a vos te lavan el culo y la conchita tus amiguitas putita?, y que dejás re calientes a los tipos que te cogen?!, le reprochaba al oído amasándole las nalgas con el bulto y con las manos. La destapé, le saqué la tanga con los dientes, y se me dio por lamerle los pies. La forma con la que gemía sobre la almohada cuando mi lengua le recorría los deditos, cuando le mordía los talones, y más cuando le pasaba la pija ya al descubierto por toda la extensión de sus pies, hacía que se me parara como nunca antes. ¡haceme la cola Lechu, dale guacho!, la oí replicar cuando mi boca subía rodando por la ...
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