1. Una noche y una inesperada visita


    Fecha: 31/12/2017, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Me sorprendió que alguien llamase a casa a esas horas de la noche. Mi marido Alberto se había ido de viaje de negocios y no esperaba visita alguna. Me levanté, me puse una bata y tras atusarme delante del espejo caminé todavía medio somnolienta hacia la puerta de la entrada. Lo más seguro es que fuese mi vecina pidiéndome algo, solía tener esa manía. Miré por la mirilla y me apresuré a abrir. Era Juanjo, mi suegro. Estaba completamente empapado. Era la típica noche de invierno con tormenta. Hice que pasase y él se quitó el abrigo mojado colocándolo en el perchero. -Se me ha quedado el coche parado cerca de aquí y no he tenido más remedio que venir caminando. Tengo que llamar a tu suegra para que no se preocupe. -No faltaría más. Ya sabes donde está el teléfono-le dije, y sin más mis ojos lo acompañaron hasta que se perdió fuera del pasillo. La verdad es que todavía era un hombre muy apuesto y varonil, incluso más que su propio hijo. Todavía conservaba un halo de la belleza de antaño y ese toque sensual que aporta la madurez. Podía escuchar perfectamente la conversación. -Cuando me haya secado llamo a un taxi y voy para ahí, tranquilízate.-le decía a Milagros, mi suegra.-Que me quede aquí, ¿pero cómo me voy a hacer eso? a Nati igual no le parece bien. -No hay problema-dije metiéndome en la conversación- sabes que hay camas de sobra y además ya es muy tarde. Es mejor que pases aquí la noche. Aceptó y tras despedirse de Milagros colgó el teléfono y se acercó al salón donde ...
    ... estaba yo. No sé que me estaba pasando. Quizás el hecho de encontrarme sola y también la circunstancia de que hacia más de tres meses que mi vida sexual había dejado simplemente de existir. Alberto siempre llegaba tarde y cansado y lo que menos parecía apetecerle era disfrutar conmigo en la cama. Pero, lo cierto es que notaba como mis pezones comenzaban a ponerse duros y como mi boca no paraba de humedecer mis labios. -Será mejor que te quites esa ropa. Vete a la habitación del fondo, ahora mismo te llevo un pijama de tu hijo. Entre en mi habitación y cogí uno cualquiera. No sabía que llama se había encendido aquella noche pero lo cierto es que comenzaba a arder llegándome a quemar hasta mis entrañas. Entré y no pude hacer menos que contemplar su cuerpo. Todavía se mantenía joven, la verdad es que sólo era 20 años mayor Alberto. Y aquella noche me parecía todavía más atractivo de lo normal. Le tendí el pijama y el lo agarró con delicadeza. Me miró fijamente y sonrió. -Alberto tiene mucha suerte de tener una mujer como tu. Sonreí y bajé la mirada. Juanjo se acercó más y tomó un mechón de mi pelo entre sus manos. -La verdad no me imagino como un chico tan gris como mi hijo pudo acabar con la pelirroja tan explosiva y sensual como tu. Dios, o se callaba o toda yo me consumiría de placer. Hubo un momento en el que pude sentir su respiración al mismo compás que la mía, en el que sus labios buscaban los mios y los encontraban, en el que sus manos ávidas luchaban contra mi ropa por rozar ...
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