1. Mi cuñada Zayr


    Fecha: 14/04/2021, Categorías: Incesto Tus Relatos Autor: Fernando Morante, Fuente: RelatosEroticos-Gratis

    ... que estaba muy bonita y cosas así y de pronto me dice: “Te mereces un beso por lo gran esposo que eres”. Lo dijo delante de mucha gente, así que trate de no darle mayor importancia. Estando ya solos en la cocina, le recordé que me debía el beso que me había ofrecido, y me acerqué para recibirlo, sólo que me quedé frío porque me lo dio en los labios. Nos quedamos mirándonos y ella sonrió y suspiro. Fue algo así como que ‘listo, ya nos dimos un beso en los labios’. Pero al mismo tiempo intente pisar tierra y pensé que se había equivocado, porque se notaba que estaba ebria, pero no deje de mirarla en toda la noche y en algunas ocasiones se percato de que miraba sus piernas, trataba de averiguar de qué color sería la braga que traía bajo ese vestido gris. Ella me dio la respuesta, al abrir un poco las piernas para acomodarse, sin quitarme la vista de encima!. Eran grises. Lo peor es que en algún momento se acerco y me dijo en voz baja: “El color de mi hilo dental, siempre está acorde con la blusa que estoy usando, si mi blusa es gris, mi hilo dental es gris”. Yo me quede petrificado, porque no sabía si aquello era un reclamo!
    Días después, debimos comprar unos materiales para las modificaciones que estábamos ejecutando en su casa. Teníamos previsto ir a varias ferreterías por los precios, pero en el primer sitio donde fuimos, pudimos comprar todo lo que se requería. Ella vestía una falda de mezclilla cortísima, casi a la altura de sus nalgas y una blusa blanca sin mangas y ...
    ... zapatos deportivos. Yo por supuesto que pensaba, que al ella saber que me gustaban sus piernas, debería vestirse menos provocativa, pero hacia exactamente lo contrario, por lo que mis alarmas de seductor se activaron. Como nos desocupamos temprano, le dije para tomarnos un par de cervezas en un sitio cercano.
    
    Entramos al bar y en lugar de sentarnos en una mesa, le pedí sentarnos en la barra, que al tener las sillas altas, me permitía mirar sus piernas, sin ninguna objeción por parte de ella. Estuvimos tomando y platicando creo que por dos horas. Sus piernas estaban orientadas hacia mí, así que de vez en cuando y al calor de la conversación y en medio de las risas, yo colocaba la palma de mi mano en sus muslos o se los acariciaba, estaba aplicando con ella la seducción Kino es sus primeros niveles.
    En un momento, me concentre en mirar sus piernas y comencé a acariciar sus pantorrillas y sus muslos. Lo hacía adrede, y era ya hora de definir hasta donde mi cuñada me dejaría llegar. Levante la vista y ella solo me miraba. No decía nada. Yo le dije lo mucho que me gustaban sus piernas. Ella se rio y dijo: 
    
    “En serio, yo las veo muy blancas, me hace falta ir a la playa” 
    
    Yo agregue: “Me encantan las piernas blancas y las tuyas son preciosas. Me gustan mucho al igual que tú”, y las seguía acariciando.
    “Soy tú cuñada y entre tú y yo no va a pasar nada”. Y se disparo un largo discurso de porque entre nosotros nunca pasaría nada. 
    
    Así que me resigne, ya ella había establecido ...
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