1. Ana (9)


    Fecha: 06/01/2018, Categorías: No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    Durante unos pocos meses Ana tuvo la sensación de que tenía su vida bajo control. Ya no se dejaba usar por los hombres, sino que era ella misma quien los manipulaba para satisfacer sus deseos, y los desechaba cuando se aburría de ellos, cosa que normalmente pasaba luego de habérselos cogido dos o tres veces. Sin embargo, tenía tres amantes fijos: Federico, el vigilante nocturno del edificio donde vivía, era uno de ellos. Se trataba de un joven amable, que de vez en cuando dejaba su puesto de la recepción del edificio, en plena madrugada, para subir al departamento de Ana y hacerle el amor. Estaba casado, cosa que le encantaba a Ana, ya que le producía mucho morbo ser penetrada mientras la esposa de su amante pensaba que este estaba trabajando. Más de una vez llevó esa fascinación por el morbo al extremo, y mientras le practicaba una felatio le exigía a Federico que llame a su mujer, bajo cualquier excusa. Así, mientras él conversaba con su esposa (quien acababa de ser madre) Ana lo volvía loco con su lengua de víbora succionándole la verga, haciéndole muy difícil poder decir dos palabras seguidas. Otro de sus amantes era Facundo (ver Ana 4), uno de sus supuestos alumnos de música. Lo había conocido cuando el chico, un adolescente tímido y silencioso, había llegado a su casa en busca de clases de violín. Nunca sería un profesional con lo poco que aprendía con ella, porque sus clases eran interrumpidas en todo momento, debido a las potentes erecciones de Facundo, que ella se ...
    ... encargaba de apaciguar desnudándose para cabalgar sobre esa verga inmadura hasta hacerla eyacular. La pasaba muy bien con Facundo, aunque temía que el chico estaba perdidamente enamorado de ella, cosa que podría arruinar su relación a la larga, ya que ella nunca lo amaría. Su tercer amante era su sobrino Daniel (ver Ana 8). Un veinteañero que la había conquistado a fuerza de insistencia, y había logrado entrar a su cama cuando se encargó de librarla de tres pendejos que la extorsionaban y la obligaban a ser su juguete sexual (ver Ana 5). El parentesco cercano provocaba en Ana un morbo que ni ella misma conocía. Daniel también se hacía pasar por alumno suyo. Solía ir una o dos veces por semana, y mientras Ana ponía música a volumen alto, para tapar sus gemidos, él la poseía en todos los rincones de la casa. A pesar de no ser muy corpulento, tenía una energía insólita, sus penetraciones eran vigorosas y cada vez que ella acababa quedaba completamente exhausta. Le gustaba mucho penetrarla por el culo, y a ella también. La última vez la había tumbado en el piso, le había arrancado la ropa a tirones, le había quitado la bombacha con los dientes, y sin molestarse en ponerse preservativo ni lubricante la penetró con rudeza, haciéndola dar un grito que no podría haber sido silenciado por la música. Al principio le dolió, pero a medida que su ano se dilataba lo disfrutaba más. Daniel tenía la capacidad de mantenerse erecto durante un tiempo muy prolongado, por lo que había logrado algo ...
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