1. El deseo de tenerte dentro de mí


    Fecha: 07/01/2018, Categorías: Infidelidad Confesiones Autor: Samantha Maggie, Fuente: CuentoRelatos

    ... dijo que se me veía increíble y así como él, me das una nalgada, a la que yo respondo gimiendo y separando las piernas para que tus dedos se internen libremente en mi vagina. Debería detenerme ahora que me abrazas por detrás y no puedes ver mi cara disfrutando lo que me haces. Pero es entonces que me dejas sentir tu miembro colocado entre mis nalgas. Lo deseo y me siento sucia de solo pensar en tocarlo. Hace años que solo he sentido el de mi esposo. –Ya no, por favor- te suplico, apelando al último vestigio de mi fuerza de voluntad, a los restos de la fidelidad que debería guardar por mi sagrado matrimonio. –Ya no…- Pero mi voz suena más a invitación que a reclamo y sin poder contenerme un segundo más, mis manos van al encuentro de tu mástil detrás de mí y desabrocho tu pantalón. No podré decirle a mis amigas que era verdad lo que decían, tienes una verga enorme. Mis dedos no alcanzan a rodear su grosor y mi vagina se moja aún más de solo sentir la enormidad de tu miembro en mis manos. Para ese momento, mi pantalón de oficinista rodea mis muslos y ya solo la tanga que me puse hoy, separa tu verga de mis empapados labios vaginales. No sé lo que hago, me he perdido en la lujuria del deseo postergado, el mismo deseo que me incita a hacer a un lado mi brevísima prenda íntima para colocar tu glande en posición. Mi mente hace cuentas a toda velocidad –“Tuve mi periodo hace quince días. A estas alturas, debo estar ovulando… Con razón estoy tan caliente”- Giro mi rostro para verte ...
    ... detrás de mí. Estoy por implorarte que no me penetres, no quiero quedar embarazada. Sé que es una estupidez dar marcha atrás ahora, pero quiero encontrar en ti la cordura que a mí me falta. Interpretas mal mi expresión, o será que me traiciono a mí misma y sin querer te dejo adivinar cuánto necesito tenerte dentro, porque entonces tomas el control de la situación. Sujetas tu herramienta y apartas mi mano. Sé que estás por hacerlo, sé que estás por entrar. “-Todo estará bien, Samantha- “me digo “-Todo lo que tiene que hacer es eyacular fuera-“ me consuelo al sentir que te abres camino al interior de mi sexo, como un ariete implacable que toma posesión de mi parte más privada, haciendo que mi respiración se agite. Me emputeces. Si tal palabra existe, expresa exactamente cómo me siento una vez que me has penetrado, porque entonces, me paro en la punta de los pies y alzo el culo con las manos apoyadas en la pared, ofreciéndote mi vagina como la perra infiel y en celo que soy por tu culpa. La pausada firmeza con la que me estás cogiendo me está matando y me hace gemir con la desesperación de una chiquilla virgen –Métemela toda- Te ruego y en mi locura comienzo a moverme, aviento la cadera hacia ti y me recibes con tus manos a cada costado, me lanzo de nuevo, una y otra vez hago que tu verga me entre completa. –Así, mi amor. Dame… dame- te digo, sorprendida de mí misma y de la forma en que tu poderoso instrumento me está embrocando. Mis nalgas suenan como aplausos al chocar contra ti ...