1. Las putas de mis vecinas (venirse cada dos meses)


    Fecha: 22/01/2018, Categorías: Anal Masturbación Voyerismo Autor: josuecali, Fuente: xHamster

    Nunca he sido un muchacho popular, en el colegio apenas tuve un par de noviecillas y en la universidad una aventura con otra estudiante pero, en el fondo, seguía disfrutando puñeteármela. No es que sea yo feo o idiota, pero en cuanto conocía a una muchacha, esperaba que fuera menos romántica que las demás, que le diera por zorrear y guarrear, y cuando comprendí que eso no ocurría afuera de mi desviada mentalidad, me sumergí en la carrera y en los libros. Comencé a trabajar y saliendo del trabajo seguí con los libros, para matar el aburrimiento y con estos hábitos me fui haciendo cada vez más inseisible a la presencia femenina, practicamente eran sexualmente invisibles para mí; sólo cada mes, o dos meses, me venían unas ganas profundas de venirme y acudía a mis recuerdos de todas las santas que había conocido. "Ojalá fueran así de guarras en la realidad", pensaba mientras a unas las ponía en cuatro patas mientras otra me lamía el escroto, o las acomodaba en línea y empinadas para seleccionar el culo que mejor se acomodara a mi capricho. Pero fuera de esto, volvía a lo intelectual, y me fuí haciendo, sin notarlo, un hombre casto. Los santos, me decía, toda esa gente que quiere superar las tentaciones no tiene más qué hacer que ver las cosas tal y como son, la plena realidad, si quieres cogerte a una puta, has de ir a buscarla a un putero; las mujeres en la calle, en los bares, en el colegio, en el trabajo, piensan en dinero, pero bien ganado, es decir, no puteando, a menos que ...
    ... puedas ofrecerles un contrato de por vida para que se queden con tu salario. De sobra está decir que esas putas a la larga pueden aburrir. Hasta que me mude de casa, con el dinero que había ahorrado de mi tabajo, y pude conocer a dos mujeres que, sólo de recordarlas, me provocan una erección, a veces la señora casada, amor, a veces la joven que quería ser santa, bebé. Decía Me encontraba sumergido en la parafernalia de la obra de Gargatúa y Pantagruel y, dado que la semana pasada me había puesto demasiado caliente con la conversación que tuve con la esposa de un amigo de mi padre en su festejo de cumpleaños, cuando me comenzó a decir lo terribles que eran los crímenes de las noticias y el problema que acarreaba para la sociedad la imposición de castidad en los sacerdotes. Dado que, como pude comprobar a partir de la cruz dorada que colgaba entre sus senos, era católica, me permití citar a San Agustín, en su Ciudad de Dios, en donde se plantea la naturaleza libre del hombre, que puede vivir en castidad, siempre y cuando posea las virtudes necesarias, que yo, como dije, poseía de sobra: "Prácticamente mi vida es la de un sacerdote", dije textualmente, y la fasciné con mi conversación sobre toda la Edad Media, la más erótica que haya existido jamás. Por supuesto, después de varias copas, la señora sólo quería escucharme hablar, mientras los demás señores y señoras se contaban brutalidades de su vida diaria y ella, la perfecta casada, me entregaba su tarjeta, con lo que me quería ...
«1234...»