1. En olor de santidad


    Fecha: 23/01/2018, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    EN OLOR DE SANTIDAD Monseñor conducía agitado, envuelto en una nube de ansiedad, viendo pasar la ciudad a su alrededor como un decorado ajeno a sí mismo. Su revolucionada mente basculaba entre las vivas imágenes de la reciente misa en la catedral y el anhelado e inmediato encuentro que incitaba incontenibles sensaciones en su entrepierna. Procurando relajarse repasó el sermón que tan exitosa acogida había obtenido entre la feligresía, cuyo motivo central había sido –inevitable en estos tiempos- la santidad de la familia: había advertido sobre las amenazas que sobre ella se cernían, había denunciado la intolerable relajación de costumbres que imponía falsas modalidades de presuntas "familias" –ofensivas a los ojos del señor-, había condenado las aberrantes prácticas sexuales que fuera del sagrado vínculo conyugal rebajan al ser humano a un estadio de burda animalidad… Henchido de orgullo por la agudeza de su lacerante labia en la interminable labor encomendada por el Señor, Monseñor detuvo el automóvil ante el rojo semáforo y se fijó en la pareja de jovencitos que cruzaban el paso de peatones ante el morro de su Audi. Sus ojos repasaron libidinosos la delicada piel de los muslos que mostraba la escueta minifalda de la imitación del uniforme de colegiala –"mira cómo le gusta provocar a la putita", pensó al notar un primera punzada de excitación-, imaginándolos desembocar en un pequeño y pizpireto culito que permitiría traslucir una ajustada braguita adolescente o, quizás, ...
    ... uno de esos minúsculos tangas, apenas un cordón deslizándose entre las nalgas para unirse a un pequeño retazo de tela que señalaba más que ocultaba el triángulo del pubis. Inevitablemente, su bragueta se abombó a causa de la presión de una repentina erección. Se fijó a continuación en el imberbe novio que sujetaba por la cintura a la chica e imaginó a ambos copulando entre el ardor y la inexperiencia juveniles, fantaseando consigo mismo introduciéndose entre ambos cuerpos bullentes de hormonas, metiendo su pene en la delicada, casi femenina boca de él y, bien lubricada, embestir el virginal ano de ella, rodeado de un ligero anillo de suave, casi transparente vello impregnado de un irresistible aroma… "¡Os iba a enseñar yo, par de guarrillos!"… El claxon del coche parado tras él sacó súbitamente a Monseñor de su ensoñación, que no se había percatado de la apertura del semáforo, y arrancó, procurando relajar su endurecido miembro: "Resérvate, Antonio. Mejor es lo que te espera. Hoy vas a darle su merecido a esa puta", se animó, sintonizando la Cope en la radio para distraer sus lúbricos pensamientos. Entró en el vestíbulo del edificio y saludó serio y tranquilo al conserje, que le devolvió con amable discreción el saludo. Probablemente no le había reconocido, pensó Monseñor, vestido como estaba de calle sin el clergyman ni los hábitos de misa, tal y como solía aparecer en los medios, pero, en todo caso, la discreción era consustancial al funcionamiento de aquel bloque de ...
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