1. Viaje al placer perdido


    Fecha: 29/01/2018, Categorías: Gays Autor: damale, Fuente: RelatosEróticos

    El autobús se detuvo con cierta brusquedad que apenas noté. Empezaba a estar un poco mareado, en un estado de irrealidad… ¿cómo se me había ocurrido hacer algo así? Noté el bolsillo de mi chaqueta vibrando y extraje el móvil mientras me apeaba en el lugar indicado. Sentí un ligero escalofrío, pero no sabría decir si de anticipación o debido al frío: estaba nublándose y, aunque pese a haber viajado hasta aquel pueblo costero desde tan lejos, estaba junto al mar por primera vez desde que había empezado la universidad, no notaba humedad, ni un frío insoportable… pero tenía ganas de estar ya bajo las mantas. Mordiéndome el labio, eché un vistazo alrededor y tras comprobar lo vacía que estaba la plaza, leí el sms: “qtal el viaje? Mas tranquila ya? Tengo ganas de verte”. El corazón me dio un vuelco y un nuevo escalofrío me recorrió la espalda, pero no pude evitar recordar la conversación por correo de las semanas anteriores y, a mi pesar, un cosquilleo nació en mis calzoncillos. “Ya llegué. Yo tb tengo ganas. Bss” tecleé lo más rápido que pude y apreté el botón de enviar antes de tener tiempo a arrepentirme. Con un suspiro, volví a mirar a mi alrededor… esperaba no tener que aguardar mucho tiempo. Había pasado una noche horrible, aguantándome las ganas de pajearme releyendo los mensajes del messenger, dividido entre el deseo de descubrir alguna mentira o trampa y el de seguir adelante y ver en persona el sexo de las fotos; y ahora, de nuevo, tenía ganas de regresar. Pero no había ...
    ... forma, el autobús no volvería hasta cinco horas más tarde. De modo que esperé. Ni un alma cruzó la plaza, ni a pie ni en coche, y yo me sentí idiota, perdido, vulnerable y extraña, humillante y mortificadamente cachondo. Un citröen blanco dio la vuelta a la rotonda y volví a notar un vuelco al corazón. “Por favor que no sea feo, ni enfermo, ni un psicópata” me repetí para mis adentros. Pero el vehículo dobló la esquina y desapareció. Una pequeña oleada de decepción me sacudió: ¿qué había esperado? Y, acto seguido, un nuevo pensamiento… ¿y si yo no le gustaba y no se presentaba? Al fin y al cabo, no había nadie más en la plaza, no le resultaría difícil deducir que era yo quien… Un citröen blanco dobló la otra esquina y se detuvo, sin apagar el motor, ante la acera de la iglesia en la que me encontraba. Irónico lugar al que ir a recoger vírgenes. Tardé unos segundos en darme cuenta de que me esperaba a mí. Temblando como una vara verde, y con un repentino subidón de adrenalina y hormonas sexuales, avancé hacia él y me incliné. Tenía abierta la ventanilla del copiloto y él conducía, con aspecto tan nervioso como yo; no había mentido: era madurito, con poco pelo, una redonda pero musculosa barriga oculta bajo un polo azul marino de manga corta, que dejaba ver los peludos músculos de sus brazos al volante. -¿Antonio? -pregunté estúpidamente. Él, nervioso, asintió rápidamente y me hizo un gesto de urgencia para que entrara. Sin perder por completo mi aprensión, abrí la puerta y me ...
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