1. El último tango


    Fecha: 04/02/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Pancho Alabarde, Fuente: CuentoRelatos

    Hola, soy Alberto aunque soy más conocido por mi alias "Pancho", el cual se lo debo a un perro de raza mastín español que tenía en mi niñez y que así nos llamaban a los dos. Tengo treinta y algún años, vivo en Madrid, soy propietario de una cadena de pequeñas empresas dedicadas a diferentes actividades económicas y entre mis obligaciones, según parece tal como me sugirió recientemente mi jefa de personal, está la de asistir a homenajes a empleados recién jubilados. Pues es el caso que la semana pasada, en una de mis empresas se organizó una cena homenaje a un directivo con muchos años de dedicación a la empresa que acababa de acceder a su jubilación. A la cena, costeada íntegramente por un servidor de ustedes, asistieron 43 trabajadores de la compañía y 5 jubilados anteriores, además claro de la jefa de personal del grupo, Pepa la Diosa y yo mismo. A mí me sentaron en una mesa con el homenajeado, su señora, la viuda del anterior propietario de la empresa, y cuatro trabajadores más, en total 8 personas, cinco mujeres y tres hombres. La cena discurrió por los cauces esperados, es decir pesada y aburrida, aunque no diese la impresión que a todos les pareciese igual de tediosa, porque Doña Asunción, la viuda a quien yo mismo le compré la empresa al fallecer su marido, se había enredado a conversar conmigo y no me dejó en paz en toda la cena. Quizás lo más destacado de la cena es que no se prolongó demasiado, todos fueron comedidos y en poco más de dos horas dimos la ...
    ... celebración por concluida. Bueno, eso al menos es lo que yo pensaba, porque momentos antes de la despedida Doña Asunción se me acercó al oído y muy discretamente me hizo una pregunta que tenía doble intención, pero que no fui capaz de adivinar al principio. -¿Habrá algún caballero que pueda acercarme en coche a mi casa o tendré que tomar un taxi? -De ninguna manera Doña Asunción, yo la acercaré a su casa -y casi se diría que aún no había terminado de hacerle el ofrecimiento cuando caí en la cuenta de que esa noche la Doña no se había vestido para una cena de trámite, esa noche Doña Asunción se había vestido para matar, perdón, para follar. Y nada más entrar en el coche va la Doña y me hace otra pregunta que también tenía retranca, aunque en esta ocasión ya me pilló prevenido. -¿Qué tal cuida usted de los intereses de mi marido? -Creo que excelentemente señora, pero eso usted debe de juzgarlo, porque a veces estamos tan imbuidos en el día a día, que no somos capaces de prestar atención a ciertos detalles que son importantes pero que se nos escapan. Ella volvió a divagar y nuevamente se enredó en cuestiones banales, como durante la cena, que quería decir cosas pero ni se atrevía ni era el lugar, pero ahora lo tenía a huevo, si me quería decir o pedir algo era el momento y el lugar de modo que tuve que darla un pequeño empujoncito. -¿Y usted Doña Asunción, después de ocho meses de haberme traspasado la gestión de la empresa, cómo cree usted que lo estamos haciendo? Y en eso ella ya se ...
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