1. Historia del chip (040): Una mujer de mundo (Kim 015)


    Fecha: 06/02/2018, Categorías: Grandes Relatos, Dominación Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... Cualquiera creería que eran más bien elementos decorativos pero su peso sería difícil de aguantar. Kim puso las manos en la nuca para que Roger pudiese colocarlas y también denotando qué se sometía el regalo. Roger se explicó primero. —Las pinzas son más fuertes que las que sueles llevar porque si no podrían caerse. Atormentarán un poco más y, como ya sabes, eso hará que sea más duro cuando tu amante te las quite. Kim no pudo dejar de notar la expresión tu amante, la forma en que Roger lo había recalcado. Tuvo la paciencia de esperar a que Roger acabase de engrandecer los pezones, notando su ansiedad. A Kim le parecía en ocasiones que Roger no confiaba del todo en ella, ¿por qué si no esa inquietud? Después de colocarle las pinzas de arriba, le pidió que se levantase del agua. Kim estaba tan acostumbrada a moverse con sus artilugios que ni siquiera se planteaba el dolor que surgió. Llevó los brazos delante y vigiló para no resbalar en la bañera o caer a algún lado. Su piel, olivácea y mojada, tan sensual que a Roger le daba erecciones de contemplarla, apareció brillante. Kim abrió las piernas para ayudarse y ofrecerse mientras le ponía la tercera pinza con su borla, a la vez que llevaba la atención a los senos. No por el dolor, -siempre presente y un poco más agudo por la nueva fuerza del metal-, más bien por el traqueteo de las bolas. El movimiento era erótico y excitante a pesar del tormento, entre constante e imprevisible. El tirón en el clítoris era más difícil de ...
    ... soportar. La pinza que había llevado era menos dolorosa y sin peso que tirase hacia abajo. No sólo no protestó, sino que se quedó quieta permitiendo que su amante la contemplase extasiado. Pocas veces tenía la oportunidad de ver la expresión de Roger y ahora era de embelesamiento. La adoración que sintió por su parte la hizo más consciente del amor entre ambos. Su papel era ser admirada, la de él disfrutar de la belleza que brotaba. Y para colmo, Roger comenzó a acariciarle los muslos, despreocupado del dolor que afligía a Kim, como si no hubiera otra cosa mejor que hacer o, -puede-, nada más importante. Kim se volvía loca en cuanto Roger acariciaba esa zona de su cuerpo. Cuando lo hacía con tanta pasión y fervor, no podía hacerla más feliz. Para facilitarle la tarea, se movió levemente, dejando sus piernas enfrente de sus ojos. No apareció ninguna duda, no dejó de moverse por el dolor. Roger aceptó la ofrenda y disfrutó de la borla colgante del clítoris, enmarcada por los muslos más deseables que se pudiera imaginar. Después de pasar una eternidad, Kim se movió para besarlo. Roger aprovechó para quitarle las pinzas de los pezones, darle las borlas, que Kim se encargó de coger con cada mano y llevarlas a su espalda, para ofrecerle los pezones ahora libres. Poco después, Roger descargaba en su boca. Como colofón, le quitó la pinza del clítoris, provocando un nuevo suspiro interior en Kim ante la llegada de la sangre a la zona. Pero no le importó en absoluto. Roger puso más agua en la ...
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