1. Heil mama (Cap. 1)


    Fecha: 10/02/2018, Categorías: Incesto No Consentido Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... pensando: ¿Por qué me cuenta su vida este tipejo? ¿De qué va este relato? Pues bien, comenzaré por el principio. Todo comenzó un martes por la tarde, un día cualquiera en el que mis tres mejores amigos y yo dábamos una vuelta por el barrio sin ninguna intención en concreto, luciendo nuestras lustrosas botas y rapados cráneos, hablando en voz muy alta de cualquier gilipollez. Estaba Román, el líder de nuestro pequeño ejército, más bien bajo pero musculoso, agresivo a más no poder y siempre alerta. Estaba Fonso, alto y algo desgarbado, de ojos siempre somnolientos y sonrisa aviesa. Y por supuesto estaba Jose Luis, Chechu para los amigos, un gigantón algo entrado en carnes con el cuello más ancho que la cabeza. Estábamos en la zona más pobre del barrio, una zona donde abundaban nuestras presas favoritas: inmigrantes de piel más oscura que la nuestra que intentaban ganarse la vida lejos de su patria. Era temprano y no había nadie en la calle. De repente, Román nos mandó callar y señaló a la acera de enfrente con su robusto mentón. Lo primero que vi fue un trasero voluminoso que se bamboleaba bajo un fino vestido floreado, un culazo transportado por rollizos muslos y pantorrillas color chocolate. La mujer llevaba bolsas de un supermercado y caminaba despreocupada, ajena a la amenaza que se acercaba por su exuberante retaguardia. Cruzamos la carretera y la flanqueamos, dos a cada lado. En cuanto nos vio sus ojos oscuros brillaron de miedo y sus gruesos labios temblaron un poco. ...
    ... Por delante había tanto volumen como por detrás, unas tetas enormes que también temblaron cuando aceleró el paso. Llevaba el pelo rizado recogido en un pañuelo de alegre estampado y unos grandes pendientes de estilo africano, o eso nos parecía a nosotros, que en realidad no sabíamos casi nada de las culturas a las que odiábamos. En conclusión, la típica negra culona y tetona, de unos cuarenta años y atuendo humilde pero vistoso. —¿A dónde vas con tanta prisa, guapa? —le dijo Chechu, pronunciando la palabra “guapa” como si fuese un insulto. Chechu era el gracioso del grupo, o al menos a nosotros nos lo parecía. Ella no contestó. Miró al frente e intentó andar más deprisa que nosotros. Cosa imposible, pues teníamos las piernas más largas y no íbamos cargados con bolsas. Román le dio un fuerte pellizco en la cintura. Ella dio un respingo y una de sus sandalias, tan coloridas como el resto de su vestimenta, casi se le salió del pie y la hizo tropezar. Enseguida recuperó el paso, jadeando por el miedo y el esfuerzo. —Mi amigo te ha hecho una pregunta ¿Es que estás sorda, negra? —dijo Román. La pellizcó de nuevo, pero esta vez no la cogió por sorpresa y solo soltó un lastimero quejido —. Mira, aunque seas una borde te vamos a hacer un favor y te vamos a dar trabajo. Mis colegas y yo tenemos ganas de que nos hagan una mamada. ¿Cuánto cobras? ¿Eh? Cuando se trataba de sexo, nuestro racismo era bastante flexible. No nos importaba que una negra o una sudaca (o una panchita, como las ...
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