1. Bebe mi semen sin saberlo


    Fecha: 13/02/2018, Categorías: Masturbación Autor: youngsioux77, Fuente: xHamster

    Sandra era una chica preciosa. La conocí en el instituto, hace 12 años, aún mantenemos el contacto.En el marco de esta historia, ella tiene 18 años, es una estudiante eficaz de periodiosmo de primer año y su dedicación le impide cultivar sus amistades. Yo, por aquel entonces, había dejado de estudiar. No me motivaba asistir a las clases y el único incentivo que encontré en mi último año para no faltar, fue el de ver a esa multitud de adolescentes con sus yoga pants y sus shorts ajustados (aunque a veces ni eso lograba sacarme de la cama).Sandra no escapaba de la norma de lo que una teenager se supone que es. En un cuerpo lleno de fiebre que está puliendo los últimos detalles de lo que ha sido un largo desarollo, Sandra tenía unos buenos pechos redondos y erguidos. Esas tetas se dejaban ver en las camisetas de tirantes que ella solía usar, siempre escotadas y ajustadas a su cintura fina y arqueada, que desembocaba en un culo que daba la sensación de estar siempre a punto de estallar. En las masturbaciones nocturnas que durante mi purbetadle dediqué, me imaginaba su ano sobresalido, como si una botella de champán acabara de ser abierta y su cabidad anal albergara el licor de los ricos. Ese culo me mataba. Sus piernas era fuertes y proporcionales, toda ella lo era. Su cuerpo lo describiría como "de lo bueno, de la mejor manera".Era morena y tenía rasgos latinos: su piel era café con leche, sus ojos eran negros y grandes, y su boca roja convergía en sus labios superiores e ...
    ... inferiores, con dos lunares negros respectivamente.Aún así ella pasaba despacercibida. Sus lentes y las ridículas camisas con las que aparecía a primera hora del día, enfundando las tirantes que llevaría el resto de la jornada, luego, cuando el calor la atosigara. hacían de ella una chica discreta respecto a las demás jovencitas que sí enseñaban todas sus bazas.Yo centraba igualmente mi atención en ella, invocando erecciones en las clases donde acechaba sus gestos y sus tics, descubriendo un erotismo que era fruto de la contención sobre sí mismo, un sentido sexual que se dejaba entrever solamente para mí en su concentración. Ella miraba la pizarra, mordía el bolígrafo prestando atención a la pizarra, se acomodaba las tiras del sujetador. Las notas de tiza blanca llenaban la pared verde, los demás anotaba con destreza y yo contemplaba como ella apretaba sus fuerzas hacia la mesa, apretando sus redondos pechos contra ella, evidenciando su intocable escote. Se detenía, siempre era la primera en terminar. Volvía a morder el bolígrafo ya harta de este aislamiento, introducía el tubo en la boca y lo mordía, un acto tan sugerente pero que sólo yo notaba. Increíble. Fue ahí cuando su fuerza no se contuvo y mordió de tal manera que el plástico se rompió, salpicando la tinta azul por toda su boca y su escote. Inmediatamente lo asocié a una gran corrida sobre ella. Me imaginé enfrente de ella, arrodillada, expectante de mi falo, abriendo su boca, relamiendo sus dos puntos, jadeante y ...
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