1. Mi putísima comadre


    Fecha: 17/09/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Desde muy chamacos, Alberto y yo hemos sido inseparables. Llegamos en la misma época, los 70’s a la misma ciudad y al mismo barrio y allí nació una bella amistad que nos hizo compartir infinidad de momentos, infinidad de alegrías y problemas. Es tanta la afinidad que hoy compartimos a la misma mujer: su esposa; mi comadre. Egresados de la misma escuela de Derecho y sabiendo lo bien que nos llevábamos, decidimos instalar un despacho junto con otros compañeros. El éxito nos sonrió desde el primero momento, tanto que acabamos construyendo nuestro propio edificio de oficinas. Ya con reputación bien ganada, en la ampliación del despacho llegó la necesidad de contratar secretarias que nos auxiliaran con la gran cantidad de expedientes que llegaban a nuestras manos. Así llegó Fabiola, junto con otras seis o siete secretarias más. Fabiola, quien hoy debe contar con unos 28 años, no era un monumento de mujer, aunque sí de una cara preciosa y unos ojos bellísimos. Su cuerpo, nada especial. Pero algo me decía que era cachondísima. Alberto, que fue quien le hizo la prueba para aceptarla o no como secretaria, terminó totalmente prendido de ella, de manera tal que a los ocho meses se casaron. Y, sí, adivinaron, yo fui su padrino de bodas. Un año después y nació Daniela, a la que, adivinaron también, la apadriné en su bautizo y desde entonces, Alberto y Fabiola son mis compadres. Yo sigo aún soltero y la verdad, por la forma en que me divierto, a mis 36 años no le veo el caso a ligarme ...
    ... definitivamente con una mujer. Pero, bueno, el caso es que en casa de Alberto y Fabiola seguido iba yo lo mismo a almorzar, que a cenar o simplemente a charlar. Así, Fabiola me hizo saber, en propia cara de Alberto, que mi compadre nomás no la llenaba en la cama, que eran muy seguidas las ocasiones en que apenas llevaba ella dos o tres orgasmos, cuando su compañero eyaculaba sin saber siquiera si ella estaba satisfecha. Eso me ponía calientísimo, pero no pasaba por mi cabeza la posibilidad de ser yo quien entrara al quite. Y esa posibilidad llegó un día en que mi compadre enfermó y soy llamado para llevarlo al hospital. Allí quedó encamado, pues se le practicó cirugía para atender la apendicitis que amenazaba en convertirse en peritonitis. Me correspondió entonces regresar a Fabiola a su casa, donde pasó lo que tenía que pasar. Terminamos los dos encuerados; yo con tres eyaculadas en un par de horas y mi comadre profundamente dormida. Antes de que Alberto pudiera volver a su casa, Fabiola y yo nos dimos cada cogida que la verdad, como nunca antes me había pasado. La tragedia (si así se le puede llamar) fue el día que dan de alta a Alberto en el Hospital, sin avisarnos a Fabiola y a mí, quienes estábamos dándole duro a la cama. Ese día, aparte de lo "normal", como era que yo le lamiera la vagina y el clítoris hasta hacerla estallar en gritos de placer, que ella me mamara la verga por larguísimos minutos y que mi palo entrara en su panochita en todas las posiciones que se puedan ...
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