1. Mi padre me cuida la verija


    Fecha: 25/02/2018, Categorías: Sexo Duro Autor: Arandirelatos, Fuente: xHamster

    Cristina Rodríguez, mejor conocida como La China, por su largo y abundante cabello rizado, era la hembra con la sangre más caliente de San Nicolás de los Palos, un poblado del norte de Veracruz. La mayoría de los hombres del rumbo se la habían cogido, por lo menos una vez, de tal manera que no era de extrañar que su popularidad llegara más allá de aquel pueblo.De poblados aledaños también acudían a verla para desahogarse. Aquellas frecuentes visitas la convirtieron en una mujer libre de angustias financieras, pues, nada tonta, supo sacar provecho económico de su deseable cuerpo curvilíneo, a la vez que desahogaba su sangre caliente. Aunque no era su único sustento, también vendía tamales y atole (muy sabroso, por cierto) por las mañanas y las noches en la esquina de su casa. Eso le permitía conocer y hacer nuevos clientes. Es obvio que nunca le faltaban consumidores, por lo que su puesto siempre estaba rodeado de clientela masculina.A sus veinte años esta mujercita ya creía tener la vida resuelta.—A ver, enséñamela —le dijo al joven que tenía enfrente.El chico, un tanto nervioso, se le acercó y comenzó a bajarse el zíper que quedaba a la altura del rostro de Cristina, pues ella estaba sentada a la orilla de la cama. Al separarse los dientes de la cremallera del pantalón, dejaron escapar al invitado de honor. La cabezona punta se asomó al exterior.El chico era un pipiolo al que habían llevado sus amigos con Cristina para que la susodicha le quitara lo púber.La boquita de la ...
    ... experta muchacha se le presentó al “amigo” con un beso en la puntita.—Uy, se siente húmedo y tibio —dijo con picardía La China.Por el orificio de la longaniza que tenía enfrente salía babita propia de la autolubricación. Ella sacó la lengua y tocó con la punta el miembro masculino. Al retirar la falange se llevó consigo un hilillo del líquido viscoso y ambos rieron.La China sabía cómo romper el hielo, sobre todo de los más jóvenes e inexpertos para que tomaran confianza.Tras ensalivárselo, se tragó toda la tranca. La jovenzuela, tragaba tanta verga como la mejor suripanta. Lo que los clientes ignoraban es que, aún si no hubiera pago de por medio, lo haría por el puritito gusto.El jovencillo que aquella tarde se estaba convirtiendo en hombre, veía estrellitas mientras se hundía (o por lo menos parte de él) en aquel húmedo pozo calentito. La boca de La China parecía un túnel de placer infinito. La tan experta sabía cómo tratar a cada cuál: a un tipo curtido se daba el lujo de devorarlo; ensalivarlo; sorberlo y atragantarse de él por varios minutos e incluso horas. Por otro lado, con un inexperto, como aquel joven, sabía ir de poco a poco, a ritmo variable para ponerlo a punto, pero luego lento para que éste no se le viniera sin haber disfrutado de su húmeda panocha.Ya desnuda, La China se abrió de patas sobre su cama, en tal posición que invitaba a ser penetrada.—Órale, vente.El núbil se le acercó con el miembro bien tieso, al que colocó manual y aún torpemente a la entrada de la ...
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