1. Las bragas de mi cuñada


    Fecha: 05/03/2018, Categorías: Fetichismo Sexo con Maduras Autor: tanoferoz, Fuente: CuentoRelatos

    Tengo una cuñada que es tanto mayor que mi mujer, lo cual no significa que aún, pasando los sesenta años de edad con holgura, no se encuentre aún muy atractiva. Como es lógico en una mujer de su edad, los años le han dejado rastros, algunas arrugas en su rostro, los pechos un poco vacíos y algo caídos, pero conserva una figura modelada: cintura pequeña, caderas anchas y unas prominentes nalgas imposibles de disimular. Estos atributos me tienen loco desde hace décadas, desde el momento mismo en que la conocí y le dediqué innumerables puñetas, aunque, felizmente, como también relaté en otra oportunidad, pude gozar de su cuerpo hace ya muchos años, acontecimiento que lamentablemente no se repitió en todo el largo tiempo que transcurrió desde esa instancia, hasta la fecha. Los avatares de la vida, hicieron que mi cuñada quedara viuda y, a los pocos días de la muerte de su esposo, mi esposa, mi hijo y yo, nos mudamos transitoriamente a su casa, ya que la nuestra la habíamos vendido y la hubimos de entregar al nuevo propietario. Entonces, hasta tanto no acondicionaran mi nueva casa, gentilmente la hermana de mi esposa nos ofreció su hogar, de modo que nos ayudaba y evitaba quedarse sola luego del fallecimiento de su marido. El deseo que sentía por mi cuñada, no se acalló con el paso de los años y, por otra parte, mi instinto masculino, no se morigeró por el hecho que Margherita hubiere perdido a su cónyuge recientemente. En las pocas horas en que yo permanecía en la casa – desde ...
    ... que llegaba de mi trabajo la cena, y desde que me levantaba al día siguiente hasta que volvía a partir al trabajo- la visión de la atractiva figura de la madura mujer, me tenía a mal traer, provocando un estado de excitación permanente del que se beneficiaba mi esposa que con mayor frecuencia que la normal recibía mis atenciones por la noche y también al despertar. Otra de las cosas que me excitaba sobremanera era la ropa interior de la hermana de mi esposa. La habitación que ocupábamos era la matrimonial que Magherita nos había cedido gentilmente, trasladándose ella al cuarto que había sido de mi sobrina, el que se encontraba vació ya que ésta se había ido de la casa a vivir en pareja con un hombre. Entre ambas habitaciones había un baño, que compartíamos los tres: mi esposa, mi cuñada y yo. Margherita, continuó con sus hábitos, entre los cuales se encontraba dejas sus bragas y tangas usadas por la noche en el baño, para recién retirarlas por la mañana, oportunidad en que las llevaba al lavadero. La primera o segunda noche en que estábamos afincados, entré al baño, antes de irme a acostar y vi, en un rincón del mismo, un bollo de ropa usada, que no era de mi esposa, ni mía, por lo que deduje que era de Margherita. La curiosidad fue más fuerte que yo, lo que me llevó a levantarlo del piso e inspeccionar su contenido. Vaya sorpresa que me llevé cuando vi, que entre las prendas, se encontraba un diminuto tanga, color negro, de encaje, conformado por dos mínimos triángulos sujetos ...
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